El Palacio Mujica, en las esquinas de Av. Grecia, San Eugenio y Matta, cargó durante un siglo con una historia de hechos paranormales. En 2005 fue consumido por un inexplicable incendio.
La mala suerte siempre persiguió a los Mujica. Todo por culpa de un oficial español que en el siglo XVIII se le encomendó llevar a México una imagen de la Virgen del Carmen, para la emergente iglesia católica de ese país. Su historia terminó en Santiago, trabajando para un patrón que tenía su mismo nombre, al alero de una mansión cargada por la desgracia.
Cuenta la historia que cuando Mujica llegó a México, su fama de galán lo hizo cortejar a la Vizcondesa Saibfotkin, quien estaba comprometida con un militar que había desaparecido en la selva. Pero la mujer jugó con el corazón de Mujica, y éste, por despecho, decidió ir por América engañando a cuanta mujer se le cruzara.
Así estuvo en Venezuela, Colombia y Ecuador. Llegó a Perú con un largo listado de mujeres abandonadas e hijos ilegítimos a cuestas. Pero en el país incaico enamoró a la persona equivocada.
Engatusó a una bruja de nombre Rubí. Enamorada, la mujer ayudó a Mujica a crear riqueza, pero éste la abandonó por una mujer acaudalada. Fue en ese instante, que Rubí le puso una maldición para que el oficial nunca más fuese feliz y muriera en la miseria.
Mujica se casó, pero antes de un año, toda la fortuna de su pareja se había acabado.
Un chamán le recomendó irse lo más lejos de Perú, al cargar con un hechizo norteño que no lo iba a dejar en paz.
Así llegó a Chile. Solo, quebrado y con su salud deteriorada. Como una ironía del destino, conoce en Santiago a un terrateniente con su mismo nombre y apellido: Críspulo Mujica. El militar pensó que podía ser uno de los tantos hijos ilegítimos que tuvo durante sus andanzas, así que ocultó su identidad. En 1900, Críspulo le pidió que trabajara en la construcción de un nuevo palacio emplazado entre las calles Matta, San Eugenio y Grecia.
El drama llegó cuando Mujica supo que el anciano llevaba su mismo nombre y que podría ser su padre biológico. Sin embargo, el joven falleció antes de habitar la casa y sin saber si había un lazo entre ambos,. El viejo militar alcanzó a vivir en el cuarto de criados del lugar, donde años después lo encontró la muerte.
Su deceso dio inicio a fuerzas paranormales que deambularon por años por las 30 habitaciones de la casa. Ruidos, quejidos, pasos, incendios y espectros que se paseaban por cada rincón eran la tónica de la mansión. Los vecinos eran los más aterrados.
Varios médium y curanderos intentaron en vano liberar a los espíritus del lugar.
En 1997, el lugar se cerró para siempre con la muerte de su última moradora, Elvira Suárez de Mujica, nieta del joven Mujica. La actividad paranormal continúo hasta 2005, cuando un incendio consumió toda la propiedad, sin una explicación lógica.
En el sitio se construyó un centro comercial, donde señalan que en ocasiones se sienten ruidos extraños y se ven cosas sin explicación racional. ¿Será Mujica que aún deambula pagando sus culpas?