Lo jornada promete y de entrada le ponemos güeno al tentempié de jamón y aceitunas que nos prepara la organización, onda afinando la tatigua para el filete de ave que más tarde nos deja pochitos en el VIP, que es del verbo grande.
Al frente del mesón, tres raiders gringotes se emparafinan de lo lindo para sortear el kicket (rampa) y no quedan chicos ante un gupo de periodistas que analizan el cuerpo y la fuerza de un tintán 97 octanos.
A esa altura y metidos de de lleno en la volá del snowboard, nos abrigamos con 6 chalecos de pisco sour y decidimos subir a la pista a cachar la competencia en compañía de un colega gráfico, que después de tanto brebaje anda medio tiritón con el lente...
La dura fue que la exhibición del franchute Antoine Diet y el canadiense Phil Casabone dejó la pura patá en el hielo, provocando el éxtasis del respetable en la escena nocturna, ceremonia que terminó con el chilenurri Manuel Díaz roncando con sus saltos en la categoría Snowboard y el yanqui David Digravio en Ski.
En lo que a uno respecta, volvemos a la triste realidad. Después del filete de ave y el indiscriminado desfile de modelos, bajamos a Chago y terminamos engullendo su tonta sopaipa con ají y conformándonos con el rostro de la nunca bien ponderada bruja, que aunque no ande con botas ¡Ta' madre que es calentita!.