Aunque suele ser la segunda causa de muerte en el terruño y la principal de invalidez, pocos sopesan las posibilidades de sufrir un accidente cerebrovascular isquémico (ACV).
Provocados por mecanismos similares a los que causan los ataques al corazón, obedecen a la acumulación de depósitos grasos en las arterias que llevan sangre al cerebro. Entonces, si una de estas placas se rompe puede formar un coágulo, o sea, una especie de bloqueo, y si éste "obstruye una arteria, una parte del cerebro no recibe sangre, pierde energía y se daña", señala el doctor Patricio Sandoval, neurólogo del Hospital Clínico Universidad Católica.
Con todo lo frecuente que es la afección por culpa de la dieta, ritmo de vida y estrés modernos, reconocer cuándo estamos con el patatús no es fácil. A la pérdida súbita de la sensibilidad de una parte del cuerpo o de la visión de uno o ambos ojos, se suma la alteración del equilibrio, confusión mental o incluso pérdida súbita de la capacidad de comprender el lenguaje. También hay pérdida de fuerza de una parte del cuerpo, incapacidad de hablar claro, cefalea de inicio brusco e incluso movimientos involuntarios.
El más común es el ataque isquémico (no hemorrágico), causado por un tapón en una arteria que irriga el cerebro. Así, la obstrucción puede deberse a una trombosis, que se produce en arterias grandes que en su interior tienen placas de ateromas (colesterol), que se ulceran y pueden derivar en un trombo o coágulo.
En el paciente que llega a Urgencias y es evaluado por un neurólogo, se puede realizar una Trombolisis Extendida hasta 4 horas y media de ocurrido el evento, fundamental para poder recuperar los tejidos afectados y minimizar las secuelas de la lesión.
Por ello lo más importante es la consulta precoz para poder hacer un diagnóstico a tiempo, sobre todo porque 16 mil chilenos mueren cada año y más de 10 mil quedan con secuelas de por vida.