Recorrió varios países en busca de estabilidad. Sólo en Chile tuvo la oportunidad de recibir una oferta de trabajo seria.
Como nómade, va de país en país. Así es la vida de David Fiseus. Casado y padre de tres niños, este haitiano ha recorrido kilómetros buscando un lugar estable para vivir. Llegó el 2016, con dos de sus hijos y su señora, venían de Brasil, y anterior a eso de Ecuador y República Dominicana. En este último país tuvo que dejar con una tía a Cristian (6 años), el hijo menor; lamentablemente no tenían dinero para pagar su pasaje.
Decidió venirse a Chile porque le dijeron que había buen trabajo aquí. Cuando llegó se fue a la casa de un amigo en Maipú. Buscó trabajo en Estación Central, pero no le fue bien. Fue ahí cuando otro amigo le contó que en Colina había más oportunidades de encontrar algo. Él no tenía idea de nada, sólo fue porque se rumoreaba que allá se podía ganar buen dinero.
Acostumbrarse a un país nuevo
Viajó a Colina y comenzó a vivir cerca de la cárcel Colina 1. Ahí no lo pasó muy bien. Dice que no era seguro salir en la noche, pero su casa era cómoda y no costosa. Acostumbrarse a los cambios no fue fácil, su señora tuvo que irse porque no soportó el clima. Se sentía mal y le daba mucha alergia. Chile definitivamente no le gustó y David se quedó acá con los niños.
El primer trabajo que tuvo fue de temporero cosechando uvas, pero no le duró mucho. Cuando la temporada de uvas bajó, el trabajo se acabó. Entonces volvió a buscar algo que hacer, pero esta vez en "La reserva", un conocido lugar en donde los inmigrantes van a buscar trabajo. "Ahí hay gente que tiene mucho dinero y te ayudan", cuenta David.
Fue así como David conoció a Don Gonzalo, un chileno que se dedica a la construcción. Él le ofreció trabajo edificando un hotel para perros de la zona, llamado "Jardín animal". David claramente aceptó la oferta. Le era fácil construir porque en Haití se dedicaba a la carpintería, así que este trabajo no fue problema para él.
Una gran oferta de trabajo
Era muy bueno en lo que hacía y además muy responsable. Fue por esto que los dueños del hotel de animales, Amparo y Sebastián, se acercaron al haitiano para ofrecerle un nuevo trabajo, de cuidador, mantenedor y recepcionista del hotel. El aceptó con gusto. Le encantan los animales, así que era perfecto.
Para que David pueda cuidar mejor el hotel, sus jefes le ayudaron a construir una casa en el mismo sitio. En donde se fue a vivir con sus hijos. "Estoy muy feliz de tener mi propia casa", dice con una sonrisa. Pero aunque las cosas estaban saliendo muy bien para David y su familia, había algo que lo tenía inquieto. Su hijo Cristian, el menor, todavía no lo podían traer a Chile. Fue entonces cuando decidió pedirle ayuda a Amparo, su jefa. Ella le ofreció costear el pasaje y que luego él se lo pagara cuando pueda. Y así fue. A las dos semanas Cristian, ya estaba en Chile. David se siente agradecido con sus jefes: "Amparo es como una madre para nosotros, siempre está trayéndonos cosas y ayudándonos en lo que nos falta".
Pero, los problemas para el haitiano no terminan aquí, David lleva más de año intentando sacar los papeles de residencia. Al igual que el existen miles de extranjeros que hacen filas enormes para poder sacar sus papeles, documentos que demoran 11 meses en ser entregados.
En un principio en el hotel, David cuenta que cuando llegaba la gente le daba vergüenza y no saludaba. Tampoco los miraba a los ojos, sentía que por venir de otro país les debía respeto. Pero, con el tiempo entendió que respetar a los clientes chilenos, no significaba no hablarles o no mirarlos, sino que bastaba con ser amable y recibirlos con una sonrisa y un saludo. Al contar esto David se ría a carcajadas.
Hoy, David dice estar muy contento con su vida aquí. Ha logrado acostumbrarse poco a poco, tiene una casa bonita y cómoda para su familia, siente que realmente es feliz. Además tiene a sus hijos estudiando en un liceo en Chicureo, tiene un buen sueldo y un envidiable ambiente laboral. Finalmente logró lo que quería, establecerse con su familia y estar feliz.