De enfermera y con tono español: ¡pura fantasía!

Siempre me ha gustado disfrazarme para complacer a mi pareja, pero la vez que mejor la pasé fue cuando a mi diminuto traje de enfermera le agregué un acento “ezpañol”.

Recuerdo que estuve todo el día viendo películas porno antiguas (de esas con que la mayoría de los machos mayores de 30 años se criaron, cuando Internet no figuraba ni por siaca), todo para adoptar ese tonito california que tantas pasiones eleva.

Ensayé harto, incluso con mis amigas para acostumbrarme al nuevo vocabulario “de la ostia”.

El día de la acción, me vestí bien producida y recibí a mi galán hablando petazeta de corrido, como una verdadera actriz porno, y, por cierto, que me comporté como tal.

Y bueno, él se transformó en mi Antonio Banderas personal.

¿El resultado? Mi machote quedó feliz y con ganas de más.

Lo que más le gustó, según me dijo después, fueron las palabras cochinas que le susurré al oído, dictadas como una verdadera enfermera andaluza.

De ahí en adelante se empezó a enfermar más seguido para  solicitar mis cuidados.

Mi próxima performance fue de policía, pero eso da para otra historia.

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