Pese a que son diferentes y ocurrieron en distintas épocas, cada uno de ellos refleja cómo esta pena puede presentar errores cuando ya es demasiado tarde.
Esta nota incluye partes de violencia explícita.
La pena de muerte es una de las temáticas que genera más controversia y división de opiniones en Estados Unidos, país en el que algunos de sus estados cuentan con esta medida.
Dicho debate volvió a reabrirse de manera intensa a inicios de 2024, ya que se autorizó la aplicación de un nuevo método de ejecución en Alabama, contra un recluso llamado Kenneth Smith.
A grandes rasgos, se trata de una máscara hermética que tiene el propósito de asfixiar con nitrógeno puro.
Frente a esta situación, organismos como el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos han manifestado su rechazo a este procedimiento, ya que incluso puede calificar como un acto de tortura.
Junto con ello, distintos especialistas han alertado que no se tiene evidencia de que efectivamente se genere una muerte instantánea, mientras que tampoco hay consenso en torno a si los presentes también podrían enfrentar consecuencias.
Originalmente, Smith iba a ser ejecutado con una inyección letal en noviembre de 2022, pena que recibió en 1989 tras ser declarado culpable junto a otro individuo por el asesinato a sueldo de una mujer.
Sin embargo, los encargados no pudieron concretarlo, ya que no encontraron una vena antes de que expirara la orden.
Aquello se tradujo en que el reo terminara con varios pinchazos y que quedara en espera en el llamado “corredor de la muerte”. Aunque en la siguiente ocasión, sería el primero en ser sometido al mencionado método.
A continuación encontrarás algunos casos de pena de muerte y ejecuciones fallidas que han ocurrido en Estados Unidos.
1. Confesión mortal
Jesse Tafero, su esposa, sus dos hijos y un hombre llamado Walter Rhodes se encontraban durmiendo en un auto en una carretera de Florida, en 1976.
Mientras estaban ahí, una patrulla policial se acercó para hacer un control. De un momento a otro, se desató una violenta discusión que desencadenó un tiroteo, en el que dos agentes terminaron muertos.
Tras el episodio, Rhodes declaró a las autoridades que Tafero fue quien efectuó los disparos.
Después de que se dictamina que fue así, este último fue sentenciado a morir en la silla eléctrica.
“Pasaron siete minutos antes de que el médico de la prisión lo declarara muerto, siete minutos de jadeos, cabeceos, llamas y humo”, dijo un testigo posteriormente, según rescató The Sun.
Posterior a la ejecución, Rhodes confesó que en realidad fue él quien cometió los crímenes. No había sido Tafero.
2. Agujas, murmuros y convulsiones
En 1999, según las autoridades, él y dos cómplices violaron a una joven llamada Summer Hair y asesinaron a su amiga, Stephanie Neiman, después de que amenazara con llamar a la policía.
A raíz de ese brutal episodio, fue condenado a muerte por ambos cargos.
Pasaron 14 años para que fuese llevado a la sala en la que le aplicarían una inyección letal.
Sin embargo, se contabilizaron nueve intentos fallidos de introducirle la aguja y pasaron 43 minutos antes de que falleciera.
En ese tiempo, presentó convulsiones e incluso murmuraba, por lo que se decidió suspender la ejecución, pero ya era demasiado tarde.
Una testigo llamada Edith Shoals salió corriendo de la habitación y más tarde contó que “era como una película de terror”, en la que Lockett “seguía intentando hablar”.
3. Falso testimonio
George Stinney tenía apenas 14 años cuando fue condenado a muerte por asesinar a dos niñas, pese a que no se tenían pruebas que evidenciaran los crímenes.
Aquello ocurrió en 1944 y los cadáveres fueron encontrados en una zanja de Carolina del Sur.
Stinney fue detenido porque ese mismo día había interactuado con ellas y lo interrogaron durante horas sin la compañía de un representante adulto.
Luego, los policías a cargo afirmaron que les confesó haberlas asesinado después de que una de ellas se negara a tener relaciones sexuales con él.
Incluso, uno de ellos afirmó que lo llevó hasta la supuesta arma: una barra metálica de 15 pulgadas.
Después de que se escucharan esos testimonios, el jurado —compuesto únicamente por hombres blancos— tardó 10 minutos en declararlo culpable con unanimidad.
Así, fue llevado a la silla eléctrica. Su baja estatura obligó a que los agentes pusieran unos libros para adaptar el asiento a su altura.
Fue ejecutado la mañana del 16 de junio de 1944, en la Penitenciaría Estatal de Carolina del Sur en Columbia.
70 años después, un tribunal anuló su condena, por lo que fue declarado inocente.