Personal de la Bicrim de San Fernando, en su implacable misión de defender el legado de San Francisco de Asís, descubrió y cerró un macabro matadero de indefensos zorritos, en el sector de El Tambo, a 6 kilómetros de San Fernando.
Gracias a información que manejaba el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), los polis llegaron hasta un insalubre predio ubicado en los faldeos de un cerro, donde quedaron helados al enfrentarse a kilos de podridas vísceras, restos de vacunos y pieles de cordero recién faenados.
Lo que más sorprendió a los ya anonadados detectives fue hallar cuatro pieles de zorritos, tres de culpeo y uno de chilla. Estos astutos animalitos son protegidos por ley, pues están en peligro de extinción.
En el maloliente lugar los polis le echaron el guante al dueño de la parcela, L.J.P., de 58 años, quien tenía en su domicilio una escopeta calibre 16, cerca de 30 cartuchos y un explosivo más raro que gallina fucsia.
Según el subprefecto Sergio Muñoz, el detenido ya tiene las piernas de fierro de tanto subir al cerro en busca de los animalitos que comen conejos, ratones, lagartos y aves.
Muñoz explicó que el hombre detonaba los explosivos dentro de las cuevas y, cuando los zorritos arrancaban, los mataba, para luego ofrecer sus pieles a señoras que pegan stickers de colegios cuicos en sus autos y toman martini dry en la terraza del mall.
El culpeo es uno de los cánidos que habita en valles, desiertos y pampas de nuestro país. Es reconocible por su color rojizo en la base de las patas, tonos grises en el lomo y vientre blanquito.
No sólo son cazados para vender su piel. También les dan el bajo para que no se coman las aves de criadero.
El chilla, por su parte, es de pelaje grisáceo y poseedor de gruesa cola. Es muy astuto, tanto para cazar como para evadir a los perros cuando lo persiguen.