Un inmigrante español que vivía en la miseria fue más capo que el coludo, que aún espera por el alma de este hombre que sorprendió a Valparaíso.
En Valparaíso todos aseguran que hubo un adoptado choro, capaz de darle cara al mismísimo y que se fue de este mundo sin pagarle nada al dios del inframundo.
Martín Busca era un vagabundo que se ganaba la vida en las calles del puerto haciendo pitutos y viviendo de lo que encontrará en la calle. Ese era su hogar, hasta que un día en la Caleta Portales decidió llamar al hombre de las tinieblas.
Face to Face le pidió riquezas a cambio de que cuando él falleciera, su alma le iba a pertenecer para la eternidad. Tras el acuerdo cerrado, Busca comenzó con su vida de lujos y fortuna.
Nadie entendía como de la noche a la mañana el humilde hombre vestía elegantes trajes, comenzó a invertir en algunos negocios y se compró una hermosa casa. Él mantuvo el secreto hasta viejo, mientras intentaba solventar su estilo de vida con obras de caridad.
Siempre mantuvo ese estilo, hasta que la edad comenzó a pesar. Fue ahí que confesó a sus cercanos su pacto. Muchos quedaron sorprendidos por su historia, pero el asombro fue mayor cuando dio a conocer la forma en la que quería ser enterrado.
Para no tocar la tierra el ataúd, Martín mando a confeccionar una bóveda de mármol y al centro de ella un féretro donde solo cupiera su urna y fuese afirmado por cuatro pilares con forma de piernas felinas que tuvieran seis garras. El coloso se instaló en el Cementerio de Playa Ancha, y para asegurarse de no tocar tierra nunca, pidió que toda la estructura fuera antisísmica.
Cuando llegó su muerte, cientos de amigos llegaron a despedirlo y más de alguno recordó sus palabras: "El diablo se cree vivo, pero se encontró con Martín Busca".
Pese a la decena de años que han pasado, su mausoleo sigue intacto, alejado del piso para no cruzar palabra con el diablo. Y hasta su puerta decenas de personas llegan a pedirle favores.