Para los niños, más del 80% del aprendizaje se realiza a través del sentido de la visión. De allí la importancia de cuidar los ojos en la etapa escolar, pues es el momento para detectar cualquier problema visual que podría repercutir en el desarrollo intelectual y físico futuro.
En esta etapa, es común confundir los síntomas de un problema oftalmológico con los de un Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH), porque cuando los peques no ven correctamente, se aburren en clase y les cuesta mucho prestar atención.
Según un estudio de la ONG española "Visión y Vida", en Europa uno de cada tres casos de escolares repitentes se debe a los problemas en la vista del niño, por lo que iniciaron una campaña para incentivar a los padres a llevar a sus hijos periódicamente a controles con el oftalmólogo, especialmente si algún miembro de la familia sufre algún tipo de problema de visión hereditario.
En nuestro país, las autoridades también recomiendan estas revisiones frecuentes, para descartar problemas refractivos, como miopía, hipermetropía o astigmatismos; anomalías de la visión binocular, como los estrabismos, o la ambliopía, popularmente denominada ojo vago.
Las señales de que un niño tiene dificultades para ver son: falta de comprensión de las tareas o de lo que leen, bajo rendimiento escolar, lectura lenta o guiada con el dedo, hiperactividad en lugares cerrados, salirse de los espacios al colorear un dibujo y déficit de atención o concentración e hiperactividad en lugares cerrados.
Pistas
Un buen indicador para detectar problemas en la vista de un niño es cuando necesita acercarse a un libro a menos de 35 centímetros para leer bien. Lagrimear, parpadear en exceso, adoptar posturas anormales durante el estudio, la lectura o mientras ve la televisión, no concentrarse en clase o padecer dolores de cabeza tras un esfuerzo visual son señales tras las que un niño puede ocultar un desorden ocular producido por errores refractivos en la visión.
El doctor Juan Pablo Cavada, de Clínica Puerta del Sol, explica que "estas tres patologías se desarrollan a una edad muy temprana. Sin embargo, la evolución que sigue cada una es muy diferente, no sólo por las alteraciones oculares propias de cada afección, también por las características específicas de cada niño. Mientras que la hipermetropía tiende a corregirse con los años, con la miopía ocurre todo lo contrario. El astigmatismo, en cambio, no suele ser progresivo".
"Los vicios de refracción (astigmatismo, miopia e hipermetropia) si no son detectados no podrán recibir un tratamiento oportuno, el cual consiste en el uso de anteojos y a veces en el uso de parches (tratamiento pleoptico). Ello conllevara en ciertos casos a una mala visión irreversible en la vida adulta. Por ello debemos estar atentos a los cambios de conducta en la vida escolar, y también en el tiempo libre, ya que un presunto déficit atencional puede ocultar un problema visual de relativa fácil solución, y un error diagnóstico", recalca Cavada.