La actriz revivió un traumático capítulo de violencia en su primer matrimonio que con el paso de los años supo revertir para ser una mujer feliz.
Fueron solamente seis meses, tiempo suficiente para que las marcas y los golpes sufridos por una adolescente de 18 años llena de ilusiones en la lejana década de los ochenta quedaran grabadas a fuego, y de por vida. Y ahora que se empina por los 54 años, a Katarzyna Kowaleczko, la actriz más popularmente conocida como Katty Ko, su primer matrimonio sigue siendo un capítulo traumático, aunque ahora visto tras el prisma de una mujer adulta, plena de vida y proyectos, que supo reinventarse tras el violento episodio.
Fue en el contexto del programa "La divina comida", de Chilevisión, que Katty supo sacar el tema a colación. Una catarsis necesaria, de vez en cuando, para poner los pies en la tierra al hablar de violencia de género.
Testigos privilegiados del momento fueron el exfutbolista Gabriel Mendoza, el locutor radial Dj Black y la panelista del matinal de La Red, Hola Chile, Coni Roberts.
Ahí, quien con su cándida belleza supiera ganar a inicios de los ochenta el concurso de "Miss Playa y Piscina" de La Tercera, para iniciar una carrera vinculada al mundo televisivo y que decantó en innumerables papeles en teleseries de Canal 13, TVN y Chilevisión, se explayó en un episodio doloroso en su vida.
"Me casé a los 18 años. Con el tiempo siento que fue una excusa para arrancar de lo doloroso que fue el proceso de la enfermedad de mi papá", reconoció la actriz, que en su adultez ha sabido reinventarse en la TV (ya sea animando realitys, con presencia en diferentes programas como panelista o en recordadas participaciones, como su sensual presentación en la Teletón de 2016) y fuera de ella gracias al encanto de una personalidad afable y cercana.
"Estuve seis meses casada, me separaron, lo diagnosticaron. Es una persona enferma, muy violenta. Fue muy terrible. Horrible (...) ya casados, me rompió todos los jeans, las zapatillas y me compró ropa de señora. Y después empezó con la obsesión", recordó Katty, una de las tantas chilenas que, en silencio, y con la inocencia de una juventud llena de sueños, debieron lidiar entre la convicción de creer que lo que vivían era "normal" a entender que cualquier atisbo de violencia no es tolerable.
"Fue una enfermedad que me enfermó a mí. Tuve un tratamiento para salir de esto. Me da mucha pena, porque uno cae en un círculo donde uno también se enferma. Y hay una manipulación tan fuerte del agresor, que uno dice 'quizás es mi culpa'".