El sorprendente hallazgo de un grupo de arqueólogos, que descubrió en Bulgaria esqueletos de la Edad Media con estacas en el pecho, dejó en estado de shock al chileno Branislav Tepes (25), descendiente directo del Conde Drácula.
“¡A mí nunca me han clavado!”, aseguró de entrada el tatara tatara tataranieto del mismísimo príncipe de Valaquia (ahora sur de Rumania), Vlad Draculea Tepes, quien inspiró al escritor Bram Stoker para escribir la historia del chupasangre.
Pese a que el viñamarino estudiante de Periodismo viaja diariamente en el transporte público en horario peak, durante el trayecto jamás ha percibido algún objeto puntiagudo que ponga en riesgo su vampiresca humanidad.
“Todos los días me voy apretado en la micro, pero nunca he sentido nada”, aclaró el cabro, sin ningún rayado de pintura atribuible siquiera a una astilla.
Sólo por motivos de índole médico, el único objeto filoso que ha penetrado el cuerpo de Tepes han sido las agujas hipodérmicas, en sucesos que lo han enfrentado dramáticamente con sus raíces ancestrales.
“Inyecciones sí me han puesto muchas. Y te puedo decir que a mí la sangre no me gusta. Yo la veo y me da cosa”, explicó el último eslabón de su tenebrosa dinastía.
HUESITOS
El descubrimiento que dejó con los pelos de punta a Branislav ocurrió en la ciudad búlgara de Sozopol, en el Mar Negro, donde pillaron los huesitos con estacas.
“Esos dos esqueletos atravesados por trozos de hierro ponen en evidencia una práctica que se mantuvo en algunas aldeas búlgaras hasta la primera década del Siglo XX”, detalló Bojidar Dimitrov, director del Instituto Histórico Nacional de ese país.
El experto precisó que, según las creencias populares, el corazón de los finados que fueron fichados de “malvados” durante su vida era atravesado con una estaca de madera o de hierro para clavarlos al ataúd, y así evitar que salieran a dar jugo a medianoche convertidos en vampiros.
“Según la leyenda, a Vlad Tepes lo estacaron. Es parte del mito”, contó el viñamarino, afligido por el cruel deceso de su tatara tatara tatarabuelito.
A diferencia de lo que todos los peladores creen, Branislav sospecha que su famoso antecesor fue un perico brillante y con facultades por sobre la media, lo que habría llevado a los chaqueteros a acusarlo de satánico.
“En la Edad Media la verdad científica valía muy poco, predominaba la verdad religiosa. A las personas que se les creía brujas también se les quemaba”, reflexionó el joven.
“Hay una tergiversación al ver a Vlad Tepes como una persona diabólica. Yo creo que era alguien con capacidades síquicas especiales, pero en esos tiempos la persona que podía ver más allá era catalogada como brujo o vampiro y había que matarlo. Lo mismo les pasó a los científicos”, agregó el muchacho, orgulloso de sus históricos glóbulos rojos.
“Antes cualquiera que hablaba de algo más allá de lo que se consideraba la verdad era catalogado como diabólico, y lo eliminaban estacándolo”, remató el universitario, cuya familia materna y paterna llegó a Chile arrancando de la Segunda Guerra Mundial.
“Lo único que me gustaría cuando muera es que me cremen y que lancen las cenizas al mar. No quiero nada de estacas, por ningún motivo”, sentenció el lolo murciélago antes de desaparecer en las tinieblas.