El brígido contrato prenupcial que diferencia a Cata de Lady Di

Ya han pasado 30 años desde que una jovencita rucia, que sería conocida mundialmente como Lady Di, se casó con una gran cola con el príncipe Carlos. El cuento de hadas no duró mucho: Se gorrearon, ella agarró sus petacas, sapeó por la tele toda la mala onda que hubo en el palacio de sangre azul y dejó espantada a la realeza.

Lady Di tuvo un par de cabros y como todos sabemos el más fomeque, Willy, se casó ayer. Como la reineta no quiere nuevos atados con la pareja de su nieto, optó por chantar un contrato que dejara a todos felices y así se evitaran futuros pelambres. Onda ley del silencio.

Según el diario otto Bild, la esposa de William firmó un contrato prenupcial preparado por el estudio de abogados Spears de Londres, cuyas cláusulas dejan clarito lo que pasará si la cosa entre los duques de Cambridge no funca.

El diario de Schoplandia señaló que la princesa Katherine volverá a ser al toque Kate Middleton, perderá el derecho a vivir en cualquiera de las moradas que haya compartido con William y no podrá reclamar ni un centavo del patrimonio de su esposo, que ascenderá a 265 mil millones de pesos chilenos.

Como cualquier otra divorciada, que ha firmado un contrato prenupcial, ella sólo recibirá una suma inicial y una pensión, cuyo monto variará según su comportamiento. Por ejemplo, si decide volver a casarse, el monto del subsidio descendería. Tampoco tendrá la posibilidad de una revancha a lo Lady Di, quien se dio el gusto de ventilar en tevé la triste realidad de su matrimonio sin amor, ni de llevarse, como ella, una jugosa indemnización. Su esposo, le hizo firmar que no podrá revelar nada de la intimidad del matrimonio, bajo pena de multa millonaria.

Una sola excepción a este rigor: Catita habría reservado para sí y para sus padres el derecho de visita sin límite a sus hijos.

Las diferencias abundan entre la Cata y la que habría sido su suegra. La primera es licenciada en Historia del Arte de la universidad de Saint Andrews, donde conoció a su príncipe azul. Lady Di no fue matea. Cuando tenía 16 años dejó el colegio cabrón y se cambió a uno más charcha. A los 17 se mudó a Londres, donde comenzó a verse con el príncipe Carlos y, en 1981, cuando tenía 20 años, se casó con él. La reina Isabel II nunca vio con buenos ojos a Lady Di, a diferencia de la Cata, que le gusta harto a la señora.

Ambas omitieron la palabra "obedecer" en su voto matrimonial y sólo prometieron "amar, reconfortar, honrar y cuidar" a su pierna.

La "princesa del pueblo" murió el 31 de agosto de 1997 en París perseguida por los paparazzi, mientras a la Cata le queda una vida enterita con su dolape.

COMPARTIR NOTA