Dos periodistas de Radio Bío Bío comprobaron que cualquiera puede ingresar al comedor y almorzar sin dificultades. Por el precio y el sector resulta muy conveniente. ¿El problema? No dan a cambio ningún documento tributario. La cartera se justificó, pero parece haber irregularidades.
Uno de los secretos mejor guardados del Ministerio de Hacienda se halla en su decimotercer piso.
En efecto, el edificio emplazado en Teatinos 120 esconde un sitio que no muchos conocen, al menos hasta ahora, pero que ofrece probablemente la promoción más conveniente del sector, digamos, en cuanto a la relación precio-calidad. Se llama La Hacienda Café y se trata de un casino al que puede acudir cualquier comensal para probar su menú por poco dinero.
Concretamente, el dato contempla lo siguiente: plato principal, ensalada, postre y un vaso con líquido a cambio de apenas $3.500 pesos, un monto más que accesible para una comuna donde los almuerzos —exceptuando la comida rápida— parecen cada vez serlo menos. Hay que cumplir simplemente con una condición: cancelar todo en efectivo. No se puede recurrir a tarjetas.
Un poco más engorroso es que para llegar al comedor hay que identificarse. No toma demasiado tiempo, pero es un trámite que conlleva mostrar la cédula de identidad, esperar que una secretaria escanee el código QR y, luego, de no mediar problemas, recibir una credencial para trepar por el edificio.
Lo llamativo de todo esto, sin embargo, es algo que descubrieron dos periodistas de Radio Bío Bío hace unas horas: al realizar la compra, se obtiene un recibo y no una boleta. En otras palabras, a los consumidores no se les hace entrega de ningún documento tributario a modo de comprobante. Esto último supone, de uno u otro modo, una paradoja. En tanto el encargado de la cartera, Mario Marcel, concentra sus esfuerzos en un pacto fiscal que propicie un mayor control para evitar la evasión de impuestos, en su propio ministerio no se cumpliría con la normativa.
Los reporteros explican que esa especie de voucher funciona para el registro. Una vez la bandeja está completa, un funcionario lo pide para luego consignarlo en un cuaderno. De nuevo, nada de boletas. Tal como les hicieron saber en las denuncias que fueron a constatar.
¿Hay evasión de impuestos?
Luego de conocer el curioso comedor en primera persona, el medio antes citado se contactó con el Ministerio de Hacienda para extenderles las consultas pertinentes.
Desde la cartera les contestaron lo siguiente:
“En el edificio de Teatinos 120 que alberga al Ministerio de Hacienda y otros servicios relacionados no existe un restaurante, sino un casino destinado a proveer almuerzos al personal que presta funciones en el recinto; servicios de alimentación que son íntegramente financiados con el patrimonio de los aludidos empleados públicos a través de los aportes que se generan por estar afiliados a Bienestar”.
Agregaron enseguida que de acuerdo al oficio N°558/557, de 18 de junio de 1990, de la Contraloría General de la República, “se entiende como personal no sólo a la dotación de la Subsecretaría sino que a la de todos los Servicios alojados en el Edificio del Ministerio de Hacienda”.
La respuesta también buscó despejar otras dudas. Por ejemplo, que “la atención ofrecida sólo incluye almuerzo y el valor aportado por los funcionarios permite el autofinanciamiento del sistema”, de modo que no constituye “una actividad comercial que persiga fines de lucro”.
¿Por qué, entonces, no entregan boletas? Porque “los ingresos económicos generados como producto de la venta de almuerzos son utilizados para financiar los beneficios propios del Servicio de Bienestar”. Dicho de otra forma, La Hacienda Café en principio no genera utilidades. Es más, puntualizan que “el Servicio de Bienestar lleva el registro contable de los ingresos y egresos y, además, realiza la conciliación bancaria con las cartolas del banco de la cuenta corriente a su nombre”.
El problema con la aclaración que ofreció Hacienda es que existen antecedentes de multas que anteriormente el Servicio de Impuestos Internos ha cursado a liceos por permitir la venta de productos en su interior, con motivo de apoyar giras de estudios u otras causas. Eso bien lo sabe el colegio Everest de Lo Barnechea, sancionado con $800 mil pesos en 2014 por la comercialización de unos queques que realizaron estudiantes en una kermés… sin entregar boleta. Escenario que un año más tarde se repitió cuando se fiscalizó un bazar levantado por un grupo de alumnos en las dependencias del recinto escolar.
En este estado de cosas, el mayor pecado del Ministerio de Hacienda con respecto a su casino parece ser que no hay apenas control, aun cuando se asegure que “el Servicio de Bienestar lleva el registro contable de los ingresos y egresos”.
Esto quiere decir que al ofrecer sus almuerzos a terceros que no guardan relación con la cartera, como sucedió con los dos periodistas de Radio Bío Bío que pudieron comer en el establecimiento sin mayores dificultades, se incurre en una irregularidad. Y por supuesto, al vender sus productos a trabajadores de otros sitios, incluso de empresas privadas, al no entregarles una boleta o documento tributario, según menciona el propio sitio web del SII, eso supone un delito.
Después, esta figura puede acarrear otra clase de delitos todavía más graves. Como utilizar el casino abierto al público para obtener ganancias que beneficien a una o más personas del Servicio de Bienestar. Aunque todo esto, claro, entra en materia de investigación y no es sino un ejemplo.
Lo que queda ahora es conocer la respuesta que tendrá Hacienda con respecto al funcionamiento del café, y por cierto, si de ahora en más cambia la modalidad de los vouchers o bien el ingreso se limita efectivamente sólo a los trabajadores del edificio.