Tras pasar dos semanas recorriendo cuanto concierto y tocata se me cruzó en Europa, este humilde y ahora oloroso columnista se fue a parar afuera de la casa donde murió Amy Winehouse, en Londres.
Ubicada en una pirula calle del barrio Candem Town, la ex mejora de la cantante pasa piolita con las colindantes, excepto porque en su vereda hay ene recuerdos escritos con plumón (en varias lenguas), rosas colgadas con dedicatorias en los árboles del frente, y en el suelo algunas velas apagadas junto a una gran botella de Baileys vacía.
Mirando ese ahora apacible lugar, no nos pondremos a llorar ni a usar palabras sacadas del lenguaje chanteril para alabarla, porque aunque esté lejos, su música ya nos quedó pegada para siempre.