José Pizarro Caravantes ya no usa la falda que lo hizo famoso, pero su cabeza continúa cubierta por un pañuelo como el que identifica a las madres de la Plaza de Mayo en Argentina, o a las campesinas de la Europa del Este.
El personaje popular de la capital conocido como El Divino Anticristo deambula por el Barrio Lastarria y el vecino Bellas Artes arrastrando un carrito de supermercado lleno de cachureos que vende en la acera sobre un mantelito.
Ahora le cuesta un poco empujar su castillo andante porque se le salió la rueda delantera izquierda, pero él no se hace atado por avanzar más lento por la calzada entre los autos que le hacen el quite.
El Divino nos contó que ya no usa falda por voluntad de Dios, aunque no descarta volver a lucir la prenda femenina hasta un poco más abajo de la rodilla.
En pleno invierno el autor del libro fotocopiado que tituló “Cómo sobrevivir en el imperio nazi” anda con chalas de cuero café sobre sus calcetines.
Contó que se las regalaron y no pasa frío porque su material es térmico. “Además hace más de tres años que no me baño, por eso no me da frío y de todos modos estoy limpiecito porque la piel se me cae en capas”.
La teoría de su resistencia a las bajas temperaturas se sustentaría en que el vagabundo posmoderno confesó que en realidad es “un marciano con poderes superiores a los seres humanos”.
Otro anuncio del Anticristo fue que, gracias a su intervención, las mujeres maduras de nuestra televisión, como Paulina Nin, Raquel Argandoña y Cecilia Bolocco no envejecen, y de paso le quitó méritos a las cirugías plásticas que les han estirado el somier.
A unos metros de su carro estacionado en José Miguel de la Barra algunas personas se juntaron a recordar y ver fotos de su participación hace diez años en el empelotamiento masivo convocado por Spencer Tunick.
“Yo no fui y no me parece bien lo que hicieron, fue gente sin necesidades que se reunió para verse desnuda. Nosotros los pobres no necesitamos empelotarnos porque ya estamos desnudos”, teorizó el querido personaje y siguió su camino por Monjitas hacia el centro de Santiago en busca del “porqué” de todas las cosas.