El sabor del triunfo es exquisito. Pero si a eso le agrega una vienesa, tomate, palta, salsa verde y mayo casera, queda como un manjar del Pulento.
Y eso es lo que hizo Francisco Silva: el crack que muy pocos pescaban antes de la final de la Copa Centenario, pero que después de darnos nuestro segundo trofeo continental al hilo pasó a ser ídolo.
“En mi caso es algo que no se da todos los días, por eso estoy tan contento”, soltó el “Gato” en uno de los locales de Dominó, el templo del salchichón donde llegó a celebrar con unos “tocomples” ese quinto penal que nos dio la gloria.
“La decisión de patear el penal vino después de que terminó el alargue. Estaba preparado, pero me quedé atrás para que el ‘profe’ decidiera y ahí me designaron”, se sinceró con La Cuarta, después del primer mordisco al pan laaaargo.
Claro que eso no fue lo único que contó el ahora jugador del Cruz Azul. Porque aunque usted no lo crea, Silva pensó que todo terminaría antes de que el árbitro lo invitara a él a pasar al ritual de la muerte.
“Cuando empezó (la tanda) pensé que no llegaría a patear.... Que se podía terminar antes a favor o en contra, pero cuando me tocó (el turno) sólo me concentré”, agregó al pop.
Y allí vino esa caminata que parece eterna y que va desde el círculo central al punto de la pena máxima. Distancia que ayudó al volante a tomar la decisión de dónde la enchufaría.
“Ya sabía donde iba a patear, era una determinación que tenía tomada de mucho antes, yo sólo estaba concentrado en lo que tenía que hacer”, recordó el igualito a Krilin, ese pelón que no moría nunca en las batallas de Gokú.
Por último, Silva adelantó lo que se viene en México, donde llegará como Bicampeón del conti.
“Estoy contento por el nuevo desafió, es un equipo importante de ese país, un grande. Estaba esperando una oportunidad así y ahora debo aprovecharla”, concluyó la nueva estrella de la “máquina cementera”.