Tras ser alertadas por las amigas de su hija, la madre realizó un desesperado llamado a la policía. La búsqueda se extendió por semanas y las revelaciones de un detenido remecieron a todos.
En octubre de 1993, hace exactamente 30 años, el secuestro de Polly Klaas (12) remeció a la ciudad de Petaluma, una tranquila ciudad del estado de California, en Estados Unidos.
Según denunció su madre, la pequeña invitó a dos amigas (de la misma edad) a participar de una pijamada en su casa. La intención de las niñas era pasar una noche divertida, maquillándose en el cuarto de la anfitriona y disfrutando con los juegos de la consola de Nintendo de moda.
Eve Nichol, madre de Polly, se fue a dormir cerca de las 22:00 horas, en la casa donde también vivía junto a su hija de 6 años. Sin embargo, jamás sospechó sobre la terrible tragedia que estaba por venir.
Un hombre desconocido
Cuando el sueño ya se apoderaba de las amigas, Polly salió de la habitación para ir a buscar los sacos de dormir. Sin embargo, para su sorpresa y horror, un hombre barbudo y armado estaba tras la puerta. Con un cuchillo, la obligó a guardar silencio e ingresó a la pieza donde estaban sus amigas.
Luego de intimidar a las niñas, el sujeto las ató con tiras de ropa y las amordazó con el cable del Nintendo. Antes de irse, les pidió tirarse al piso boca abajo y contar hasta 1.000. Ellas le hicieron caso, pero al concluir y lograr desatarse, se percataron de la ausencia de Polly. El hombre se la había llevado.
Desesperadas, ambas amigas corriendo a avisarle a la madre de Polly, quien no tardó en llamar a la policía.
“Aparentemente un hombre se introdujo en casa y se llevó a mi hija. Me acabo de despertar y estoy con las dos chicas que pasan la noche en mi casa con mi hija… ella tiene 12 años y medio”, dijo la mujer.
“¡Ella no está aquí! No escuché nada… ¡estaba dormida!”, agregó.
Una vez conocida la noticia, tanto vecinos como la madre de una de las amigas de Polly dijeron haber visto a un hombre barbudo y sospechoso que merodeaba el barrio esa noche. La búsqueda se daba por iniciada, pero las pistas aún parecían escasas.
Todo pudo cambiar
A unos 30 kilómetros de distancia, en una zona rural de Petaluma, Danna Jaffe llegaba a su casa esa misma noche. Su arribo le ponía fin al trabajo de Shannon Lynch, niñera de la casa que se retiró a bordo de su auto cerca de la medianoche.
Sin embargo, mientras salía por el camino de entrada hacia la ruta, vio un auto al borde de una zanja. Al acercarse, un hombre barbudo se encontraba apoyado sobre el maletero y parecía necesitar ayudar. Y si bien pensó en socorrerlo, su aspecto y olor a alcohol terminaron por asustarla.
Eso sí, la mujer aprovechó de recordarle que se encontraba en un sitio privado. “¿¡Qué te pasa con este camino?!”, le respondió él, furioso.
Fue a raíz de esta situación que la niñera llamó a Danna y le aconsejó avisar a la policía. Ella obedeció y dos agentes llegaron a su propiedad.
Para infortunio de Polly y su familia, los uniformados desconocían la denuncia realizada hace pocos minutos y que daba cuenta del presunto secuestro de una niña por parte de un sujeto sospechoso. ¿Cuál fue el error? No hubo un cruce de datos por parte de las estaciones policiales.
Rápidamente, el hombre se identificó como Richard Allen Davis (39).
Luego de registrar su vehículo, los policías sólo encontraron cerveza, por lo que decidieron llamar a una grúa para sacar el auto y lo escoltaron hasta la ruta.
Hallaron el cuerpo de Polly
El 27 de noviembre, a casi dos meses de la desaparición de Polly, Danna halló prensas infantiles en la zona que invadió Allen Davis.
Rápidamente, la mujer llamó a la policía y se encontraron más elementos. Horas más tarde, tras las respectivas pruebas científicas, se comprobaría que correspondían a la ropa de la niña desaparecida.
Una vez concretada la detención del asesino, se conocerían los detalles más impactantes. Según dijo el homicida, la menor estaba viva cuando fue controlado por los policías. Él le había pedido (bajo amenaza) que se escondiera en unos matorrales.
De acuerdo a su confesión, el crimen ocurrió en otro lugar descampado, donde la asesinó sin piedad. Consultado sobre una posible violación, dijo no recordarlo.
Finalmente, el 4 de diciembre de 1993, precisó el lugar el lugar donde se encontraba el cuerpo.
Cabe destacar que Davis debía estar cumpliendo una condena tras las rejas por un grave delito anterior, pero había sido beneficiado con una reducción de la pena.
Finalmente, el hombre fue sentenciado a cadena perpetua en 1996 y cumple su condena en la prisión de San Quentin. Está en confinamiento solitario debido a las amenazas de otros prisioneros.
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