''Yo fui, yo la maté'', fue lo primero que dijo Edwin Vásquez Ortiz (25) la tarde del martes, cuando llegó al edificio donde había vivido junto a Yuliana Andrea Aguirre Acevedo y se encontró con los funcionarios de la Brigada de Homicidios de la PDI.
Y habría sido la experiencia que tuvo junto a su padre, quien trabajaba en una funeraria, lo que resultó clave en las horas siguientes al crimen, según relató el fiscal de la Fiscalía Centro Norte, Ricardo Peña, en la audiencia de formalización del único imputado por el femicidio de la joven colombiana.
Agregó que las revelaciones de los macabros detalles de la muerte de la mujer comenzaron con la primera pista que dio una manicurista a la PDI, la tarde del martes. Ella reconoció la flor dibujada en uno de los dedos de los pies de Andrea y señaló que el trabajo se lo había hecho hacía menos de 10 días.
La empleada de la peluquería Barber Shop New, de Santiago Centro, fue quien llevó a la policía al lugar de trabajo de su amiga, donde su jefe reconoció los tatuajes, el rostro y aportó los datos que faltaban para dar con el domicilio de su empleada, cerca de las 17:00 horas de ese mismo día.
El conserje del edificio donde la pareja vivía fue otro de los puntos claves de la investigación, pues no sólo reconoció a la víctima sino que además confirmó que ella y Edwin compartían un departamento en el piso 7, hace aproximadamente 2 meses.
En la primera entrevista en el hall del edificio, el acusado aseguró que cooperaría voluntariamente, pero solicitó más privacidad. Según el fiscal, al instante reconoció el femicidio y autorizó a la policía para que entrara a su departamento.
Allí relató los detalles del horrendo crimen a la PDI. Dijo que primero había golpeado a la mujer, después la estranguló y una vez muerta la habría arrastrado al baño del departamento y la metió a la tina donde le cortó las extremidades y la lavó con sal y agua. Finalmente, hizo torniquetes con cordones para evitar el sangrado. ''Actos que evidencian que el hombre sabía del tratamiento de cadáveres'', manifestó el fiscal.
El traslado de los restos al río Mapocho fue otro parte de este episodio que llamó la atención, porque el Ministerio Público aseguró que el joven puso las extremidades en una maleta, se subió a un taxi y a la altura del Puente Cal y Canto arrojó el contenido que iba envuelto en bolsas.
Repitió la operación casi 24 horas después con el tronco y la cabeza y los tiró en el mismo lugar, según habría detallado el colombiano a la policía y posteriormente a la fiscalía.
El joven también aseguró que después de lo que hizo estaba a punto de reventar y por eso pensaba entregarse la mañana de ayer. Al menos eso fue lo que le habría dicho a su jefe del restaurante Farina, donde trabaja.
A él fue la primera persona a quien confidenció que había asesinado a su pareja, señaló la fiscalía. ''Ya no aguanto más la situación y me voy a entregar'', le dijo al mandamás de su pega y más tarde le pidió en varios guasap que no le contara a nadie lo que le había dicho.
Tras la audiencia, y considerando que pese a la confirmación que había hecho la Interpol de la identidad de la víctima y de las múltiples diligencias por hacer, el juez Nibaldo Arévalo determinó que la investigación durará nueve meses, tiempo en el que el imputado permanecerá en prisión preventiva con resguardo de su seguridad por las connotaciones que tiene este caso.
La Fiscalía Centro Norte informó que el hombre arriesga de 15 años a presidio perpetuo calificado.