El papá y el abuelo de Zenén Vargas fueron pintores de carteles de micro, y de ellos el hombre de 54 años heredó el oficio en vías de extinción.
La gracia es que mañana, en la Factoría de Arte Santa Rosa del persa Biobío, el pintor participará con una retrospectiva de su obra de un espectáculo junto al pianista Roberto Bravo y el rockero de Electrodomésticos, Carlos Cabezas.
Zenén no se considera un artista, sino alguien que ama un oficio que lleva 40 años perfeccionando y que debió replantearse en 2007 cuando comenzó el Transantiago.
Las nuevas micros usan carteles fabricados en serie con moldes impersonales, muy diferentes a las creaciones de cholguán de Zenén y un puñado de colegas que quedaron cesantes.
El hombre que vive en su casa-taller en La Legua Vieja las vio peludas y debió complementar sus ingresos haciendo fletes. "Eso no era lo mío y sufrí mucho", recordó.
Para parar la olla y educar a sus dos hijos, diversificó la temática de sus carteles que siempre ha ofrecido en un local de Santa Rosa con Placer, en el barrio Franklin. Su clásica letra comenzó a anunciar panaderías, almacenes, botillerías y cientos de negocios de buen gusto.
Su distintiva ortografía que bautizó como Chaplanada le da un toque que (junto al diamante con que firma sus letreros) comenzó a hacerlo conocido entre círculos artísticos que rescataron su tradición. Zenén le puso así porque es cursiva y plana, o sea: Chaplanada.
Boliches top como el Emporio la Rosa le encargaron letreros y su talento se fue propagando de boca en boca como los herpes y las buenas picadas.
Ahora recrea viejos recorridos y también los hace a pedido. Alguien le puede solicitar que la micro lleve el nombre de su amada, que las avenidas sean sus hijos y las calles sus mascotas.
Varios extranjeros le han encargado letreros que ha escrito en chino, alemán e italiano, y muchos chilenos los llevan de regalo a compatriotas radicados fuera.
También ofrece las clásicas leyendas: "Dios es mi copiloto" o "Dejarme, podrás; olvidarme, jamás". Y uno notable que usaban los choferes para conseguir pitutos: "Se hacen viajes espaciales dentro y fuera de la galaxia, consulte con el piloto".
LA ZAPATERÍA
Frescos en la memoria de Vargas están los letreros de las micros anteriores a las amarillas que reinaron hasta 1991. Su colorido, los tapabarros, los chapulines con bandera, las cortinas, las palancas de cambio... "¡Si parecían discoteca!", exclamó.
Zenén tiene la película clarita: "El Transantiago me cagó en seco". Lo considera "frío, tétrico, monstruoso". Él prefiere viajar en carreta a subir a un troncal. "Sólo tres veces he andado en Transantiago porque es incómodo, sus asientos son muy estrechos y cuando uno se sienta se aprieta los coquimbanos", criticó.
Con algo de vergüenza y mucha risa recordó que algunas veces ha cometido faltas de ortografía, como en un trabajo donde plasmó "baso" con "b", o los hermosos "zapapatos" que publicitó para una "zapapatería".
Su nuevo enemigo tiene nombre. Se trata de los pendones de plástico diseñados por computador e impresos en serie. El pintor considera "que no tienen "ni un brillo" porque son "fríos, feos y menos durables" que sus creaciones.
Según él, la gente que revivió su negocio en busca de carteles para adornar sus casas son personas cultas que valoran la historia de las míticas obras que él "hace con amor".