Queramos o no, actualmente los dispositivos eléctricos, electrónicos y los aparatos de comunicación son esenciales tanto para el trabajo como en las actividades cotidianas. Sin embargo, como todas las cosas en la vida, abusar de uso puede afectar la salud de manera drástica.
A lo largo del día, nuestro cuerpo recibe una cantidad importante de radiaciones nocivas, provenientes del computador, de los celulares y de los equipos inalámbricos. Incluso, aunque no tengamos tantos aparatos en el hogar, muchas veces el peligro invisible viene incluso del vecino.
Electrosmog
Las señales de internet, al igual que los automóviles con sus múltiples cables, equipados cada vez con tecnología más moderna (navegadores, Bluetooth), quitan energía y provocan malestares de diversa índole.
El electrosmog es entonces la presencia de contaminación electromagnética artificial en el aire, en el agua y en materiales que tienen la capacidad de afectar al desarrollo normal de la vida.
Todos los aparatos eléctricos producen campos eléctricos y magnéticos en distintas frecuencias: altas, como los inalámbricos o bajas, como los cables del computador. Hay frecuencias que hacen más daño que otras, e incluso hay situaciones donde las frecuencias se combinan, como en el caso de la electricidad sucia.
¿A quiénes afecta?
La forma y la intensidad con que las radiaciones pueden perjudicarnos, depende del sistema inmunológico de cada organismo y nuestros hábitos de sueño, alimentación, actividad física y descanso, de nuestra edad, ocupación y nivel de exposición que tengamos al electrosmog.
"Muchos de los malestares que algunas personas tienen durante la noche, tales como insomnio, ansiedad o dolores de cabeza, son ocasionados por las influencias de los aparatos eléctricos/electrónicos que tenemos en nuestra casa y, peor aún, en nuestra habitación", explica la psicóloga Valeria Mandakovic, del Centro Alama (http://enfoquealama.com).
Sobre esta "nube electromagnética" que siempre nos persigue, la profesional detalla que si nos detenemos a pensar un rato en lo que hacemos durante todo el día, no hay un momento en el que estemos fuera de su alcance.
"El gran problema con el que nos enfrentamos es que no podemos desactivar estos contaminantes, debido a que la vida humana en este momento se encuentra muy ligada a estas energías, y dependemos en gran medida de ellas", concluye la experta.
Existen formas de disminuir nuestra exposición al electrosmog, como por ejemplo desenchufar los aparatos eléctricos que tenemos en nuestras habitaciones por las noches, no abusar del celular, ponerlo en modo avión y dejarlo lejos de nosotros mientras dormimos, apagar el wi-fi también durante la noche, no dejar encendido el calientacamas mientras estemos acostados, así como no tener frigobar y, de ser posible, tampoco TV en la habitación.