En el albergue habilitado en el estadio Víctor Jara está prohibido dar jugo y desordenar el gallinero, y el que no lo entiende termina respirando aire fresco en la calle hasta que se le pase la mona.
"Nuestra pega es ayudar, ordenar a los compadres, distribuir las camas y evitar que se armen líos", contó a La Cuarta Juan Salazar (34), compipa que junto al Dani, el Negro, la Amanda y el Chelo, colabora al gratín con los chapulines encargados del refugio.
Juan y sus socios también son indigentes y ayer estaban a full ayudando en la vacunación contra la influenza que se realizó en el albergue. Su misión fue sacar de la fila a los compipas que llegaron emparafinados y afirmados en el hipo.
La chica Amanda Concomil, de 28 años, contó que es el segundo año que trabaja como voluntaria. Viajó a la capital desde Chonchol junto a su mamá y al poco tiempo hizo de la calle su forma de vida.
La comadre dijo que hasta que funcione la guardería, el estadio Víctor Jara será su hogar y agregó que en agradecimiento al auxilio que le dan "ayudaré a mantener el orden".
"Hasta ahora todo ha estado tranquilo", comentó, sin inflar a los chichafrescas que llegan a desordenar el gallinero.
"El viernes un compadre se puso a dar jugo, lo llevamos a la calle, esperamos que se le pasara la mona y después lo dejamos entrar de nuevo", indicó Juan.
Y para evitar líos o que la sangre llegue al río, todos los albergados deben pasar por un detector de metales, onda que no está permitido pasar ni un cortauñas.
Precisamente estas herramientas son las que más se repiten en la caja donde además quedan confiscados tenedores, cucharas, peinetas, sacacorchos, tijeras y "matacolas".