Hace 25 años, el sanguinario narcotraficante fue abatido en Medellín cuando huía de la policía.
El 2 de diciembre de 1993 fue un día histórico. Tras 17 meses en fuga, Pablo Escobar, el enemigo público número 1 de Colombia, caía abatido, marcando un antes y después en la lucha contra el narcotráfico.
El cuerpo del jefe del cartel de Medellín yacía en un techo luego de recibir un disparo de uno de los integrantes del Bloque de Búsqueda. Colombia iniciaba el término de la una larga pesadilla, con Escobar como protagonista y responsable de la muerte de 5.500 personas y el asesinato de 730 policías.
Escobar sembró el terror en Colombia. Era tanto su poder que mató a un candidato presidencial (Luis Galán en 1989) y ordenó derribar un avión de Avianca para eliminar a César Gaviria, también candidato, y que terminó costándole la muerte a 111 personas.
El delincuente ha sido retratado por la TV y el cine (El Patrón del Mal, Narcos y Escobar, La Traición) aumentando los mitos de su figura, que algunos colombianos veneran como santo.
Medellín se ha transformado en destino turístico para visitar los lugares icónicos relacionados con el capo de la droga.
#NuncaMásEscobar fue el hashtag que se usó en Colombia para contar cómo sufrieron aquellos años cuando el narco hacía de las suyas.
Se utilizaron muchos testimonios de lo que significaba vivir en la Colombia aterrorizada por el cartel de Medellín, con ejemplos como lo peligroso que era pasear por las calles por el miedo a que explotara una bomba o ejercer el periodismo, el blanco favorito de Pablo Escobar.
Colombia quiere olvidar a su narco más famoso y sanguinario, que llegó amasar una fortuna de 7.000 millones de dólares, según la revista Forbes. Dinero que procuró repartir en medidas populistas para ganarse al pueblo, que le reconoce su "importante aporte", a un "héroe" que luchó contra el poder del Estado, cometiendo 627 actos terroristas en Cali, Medellín y Bogotá.
Un verdadero Patrón del Mal.