Juan Antonio Ríos era el presidente de Chile cuando, en 1943, Ana Luisa López Rodríguez vio por primera vez a quien dos años después se convertiría en su marido.
La mujer que ahora tiene 87 años se casó a los 17 con Isacio de las Mercedes Soto Rivera, quien tenía 22 y ahora lleva sobre el hombro 92 primaveras.
El macho venía de Coltauco y conoció en Recoleta a la chiquilla con quien probó suerte dos años en su tierra de la Región del Libertador Bernardo O'Higgins, pero las cosechas fueron miserables y decidieron volver al norte de la capital.
En Santiago, Isacio trabajó en la contru hasta que se empleó en el Cementerio Católico durante un año y luego trabajó entre 1947 y el 83' en el Cementerio General, donde partió barriendo y poco tiempo después se convirtió en sepulturero.
"No me daba miedo el trabajo, son sólo supersticiones, y sabe algo que pocos conocen: los cajones a veces suenan porque la madura cruje debido a que los cuerpos se hinchan", contó.
Como antes no había tele la pareja se puso a traer gente al mundo como conejos y entre 1945 y 1963 tuvieron siete hijos, que les dieron 18 nietos, 19 bisnietos y 5 tataranietos.
Según Ana, la receta para durar tanto y seguir durmiendo juntos a lo cucharita es el amor, cariño y respeto. La señora además confesó que su galán fue su primer y único pololo, y él dijo lo mismo, pero el fresco no fue muy convincente.
Otra receta que explica la duración del matrimonio que el 28 de abril celebrará las bodas de titanio con 70 años, es que Isacio es más sano que un yogurt porque sus únicos pasatiempos eran jugar tejo y dominó.
"A la rayuela ya no puede jugar porque el tejo es muy pesado, pero al dominó juega todos los días con quien vaya pasando, y si no lo hace se pone mal genio", contó Ana.
La pareja recién se casó por la iglesia hace 20 años y al tata le hicieron una despedida de soltero con unas minas del café Barón Rojo, contó su nieto Juan Soto. Pero esta vez la celebración será más tranquilita.
