Estuvo 13 años al mando de la nación altiplánica y fue considerado el mandatario más exitoso de su país. Sin embargo, la crisis social lo obligó a decir adiós al poder.
Luego de 13 años, nueve meses y 18 días, Evo Morales dejó la presidencia de Bolivia a raíz de la profunda crisis política desatada en dicha nación a raíz de las denuncias de fraude en las elecciones del pasado 20 de octubre.
El enemigo público de Heraldo Muñoz, en la época de la demanda marítima de los altiplánicos contra nuestro país en La Haya, anunció la medida en un mensaje televisado desde el trópico de Cochabamba, bastión de los sindicatos cocaleros de los que sigue siendo máximo dirigente.
"Ha habido un golpe cívico, político y policial", dijo Morales, quien apareció junto a su vicepresidente, Álvaro García Linera". "Mi pecado es ser indígena, dirigente sindical y cocalero", aseguró.
Morales justificó su decisión para evitar la escalada de violencia en el país altiplánico, luego de tres semanas de intensos enfrentamientos entre sus partidarios y detractores, los que dejaron al menos a tres personas fallecidas.
"Aquí no termina la vida, la lucha sigue", dijo al terminar su intervención.
Tras su dimición, Morales abordó un avión y se trasladó a Argentina.
Luego de su partida, todo el mundo comenzó a preguntarse en Bolivia quién asumirá el cargo. Tras la renuncia del vicepresidente, la tercera en el orden de sucesión constitucional era la chileno-boliviana Adriana Salvatierra -presidenta del Senado-, quien no quiso agarrar ese fierrito caliente y presentó su renuncia. Lo mismo hizo el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda, quien cerró la puerta por fuera.
Al cierre de esta edición, la senadora, Jeanine Añez, segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, afirmó que ella asumiría la presidencia en la línea