Estación Tobalaba. De esas de combinación; o sea, de las grandes. Son las 17.20 y la gente fluye y fluye en el Metro. Hay gritos, combos, tumulto y gente que quiere cobrar venganza. Con sus manos. Y no los sacarán de ahí hasta ver sangre...
Protagonistas de esta historia son dos: el vigilante del Metro Carlos Hernández y un escolar. Actores secundarios: más guardias, tres estudiantes de uniforme y carabineros. Personaje de reparto: una multitud, de entre 600 y 700 personas.
Lo claro es que un joven saltó el torniquete y se encontró con Hernández, quien le hizo ver que estaba evadiendo el pago. De ahí, confusión... Golpes, gritos y las imágenes de celular, donde se ve cómo atacan la oficina del lugar con lo que pillaron. Sin embargo, un video de la propia firma del tren subterráneo aclaró más la película: el muchacho fue quien atacó al vigilante.
En declaraciones a La Cuarta, Hernández relata su pesadilla. "Me escupió dos veces a la cara. Después me pegó combos y patadas", asegurando que "yo nunca le pegué a nadie, ellos me pegaron a mí".
Esas personas a la que hace referencia el cuidador son tres acompañantes del atacante (dos de ellas mujeres), siendo una de ellas la que habría desencadenado la riña campal.
"Fue ella, la niña que acompañaba al joven, la que después armó un escándalo y se puso a gritar. La gente se acercó y le creyó, sin saber lo que realmente había pasado", cuenta Hernández, de 50 años y con apenas dos años en la empresa.
El relato del jefe
Antonio Vega, jefe de la estación Tobalaba, recuerda que "escuché vía radial que el vigilante pidió apoyo en la zona de torniquetes. Le pegaron y lo escupieron. Él aguantó el golpe, porque el atacante era menor edad".
En su relato, Vega sostiene que el muchacho opuso "tenaz resistencia". En un principio, tres guardias trataron de reducirlo, pero como él no quería irse a la zona de seguridad acudieron tres vigilantes más.
El jefe de estación se apura en decir que no hubo golpes de parte de los funcionarios, pues sólo se limitaron a detenerlo "con el abrazo del oso", sujetando los brazos por detrás.
"Contaba con tres versiones sobre la misma situación de funcionarios que no estaban juntas en ese momento y son coincidentes. Si hubiesen pegado, la verdad, creo que los linchan ahí mismo", sostiene Vega.
A las 17.50, 30 minutos después de lo sucedido, aparecieron los carabineros, quienes llegaron para llevarse por riña a los menores y a los guardias a la 30ª Comisaría.
El problema, asegura Vega, es que todo se pondría peor, ya que como no podían salir de la oficina debieron ejecutar una medida disuasiva para trasladar a los implicados. Y si bien lo lograron, vendría lo más complejo, puesto que en la dependencia quedaron cinco carabineros, el supervisor del Metro y el propio jefe de estación.
Parapetados
"Entre los siete nos parapetamos para que no abrieran la puerta. Los carabineros estaban complicados, porque pedían desesperadamente la presencia de fuerzas especiales", recuerda Vega, quien detalla que fueron atacados "con basureros plásticos, con un podio de seguridad metal, con pedestales, monedas, ollas con comida...
Descuadraron la puerta y el ventanal, que es blindado, lo sacaron del marco". Un martirio, que duró casi una hora, hasta que llegaron los refuerzos y pudieron salir arrancando por el anden de llegada.
Mientras, Hernández se recupera de las lesiones y tiene una explicación para lo sucedido: "Fue el estrés colectivo el que hizo creer a la gente otra versión de la historia".