Como buena licencia extranjera, Factor X empezó lento y con cero punto cero opción de cambiar.
Es que los dueños de la franquicia son ingleses y, por ende, las características del programa son formales e infranqueables (cómo será la cosa que la pomada no puede ir al aire al mismo tiempo que Talento Chileno, que es de otro canal, porque al final ambos son del mismo dueño... Esa onda).
En fin, por lo mismo nos tuvimos que mamar varias semanas de programas de clasificación sin verdaderos cortes de queque, mientras en el 13 Mi Nombre Es ofrecía resultados desde el primer capítulo.
Quizás esa fue la gran diferencia que hizo parecer al programa de TVN como una propuesta trasnochada, aunque la realidad dice que el cocido del 7 tiene mejores concursantes y jurados que el ex canal del angelito, actual canal del billetito.
En la etapa de galas hemos visto cómo los sobrevivientes del coladero han logrado pulir sus carreras, presentando cada semana una performance diferente. Sin duda, sus opciones a futuro son más de las que podría tener cualquier imitador.
Otras dos características se suman al menos a más. Una, la escenografía de la segunda etapa, que sin lugar a dudas es de las mejores que hemos visto en harto tiempo. Y otra, el mayor protagonismo de Julián Elfenbein, quien no sólo ha mostrado su madurez en el formato, sino que le ha regalado todo el chasconeo que hizo falta al principio.