Las cosas que más extrañan los chilenos cuando están mucho tiempo fuera del país son la cordillera, las marraquetas, los Super 8 y las chalas Zico.
Estudios antropológicos teorizan sobre la posibilidad de que los primeros aborígenes que tuvieron contacto con los españoles usaban algo muy parecido a las Zico, y que las ojotas de los campesinos serían algo muy similar.
Tantos admiradores tiene el humilde y cómodo calzado que un par de publicistas crearon el año pasado un grupo de fanáticos en Facebook y lo manejan igual que las grandes marcas hacen con sus productos estrella, tanto así que muchas personas piensan que de verdad trabajan para Zico.
Uno de los encargados de aglutinar a los fanáticos de las chalas es Christopher Ibaceta Rivas, quien nos contó que, según sus investigaciones, tras las maravillosas sandalias fabricadas anatómicamente siguiendo las líneas del pie del chileno, estaría un inmigrante chino radicado hace décadas en el país, quien las importaría desde el gigante asiático.
“Creamos el grupo para tratar de defender el menoscabo que sufría la marca, porque muchos se ríen de ella; nosotros quisimos hacer la prueba de qué podría pasar si a una marca tan humilde como Zico le hacíamos publicidad”, explicó Ibaceta.
“Originalmente tienen que haber sido un plagio a Puma, porque tenía uno estampado, pero cuando la registraron como marca lo tuvieron que sacar. Yo tenía el puma en el logo del fanpage y me llegó un mensaje de la gente de Puma y tuve que sacarlo también”, explicó.
Una característica distintiva de las chalas es que no se venden en el comercio establecido y sólo se pueden encontrar en ferias libres, en balnearios populares y mercados persas a lo largo de Chile. Su valor va entre los mil 500 pesos y los dos mil el par, las hay en toda la gama cromática del arco iris y sirven para más cosas que caminar.
Entre los fanáticos se comenta que muchos sufrieron castigos con las chalas propinados generalmente por la mamá, quien usaba el artefacto en vez de la mano para dar palmadas en las nalgas.
Otras personas comentaron que cuando están viejas y gualetudas las ponen bajo la pata de una mesa coja, y el uso más común es para echar viento al carbón del asado.
“Hacemos concursos seguido, el que más tuvo impacto en las redes sociales fue cuando regalamos chalas. Tuvo un millón y medio de alcance de personas que compartieron la publicación y regalamos como seis pares”, concluyó Christopher.