En 1971 Chile era el país que le demostraba al mundo que la vía pacífica al socialismo era posible. Y para solidarizar con la causa vino el hombre que impuso lo mismo, pero por las armas.
Fidel Castro y su delegación de 45 personas tenía previsto visitarnos durante diez días y se quedó 24. Estuvo desde el 10 de noviembre hasta el 4 de diciembre, cuestión que incomodó al Presidente Salvador Allende porque la figura del cubano lo habría opacado y, además, la visita se metía en asuntos internos de Chile.
Castro estaba en la plenitud de su vida con 40 años, mientras que Allende ya tenía 63. La ilustre visita se dedicó a recorrer el país de Iquique a Punta Arenas. También jugó básquetbol, tomó pisco, chicha, comió chirimoyas, usó ponchos, y fue declarado hijo ilustre de dos comunas.
El entonces secre general del PS, Carlos Altamirano, contó que Allende le pidió que le dijera a Fidel que se echara el pollo, pero él no quiso pasar el mensaje: "No era fácil decirle a una personalidad y a un jefe de Estado de la talla de Fidel: mire, ya está bueno que se vaya, y tampoco yo era el más apropiado para decírselo".
Despedida para Fidel
Para estar seguros de que se viraría, los anfitriones le organizaron una despedida del país en el Estadio Nacional. Pensaban que después de eso el comandante no tendría excusa para seguir acá.
El militar además le regaló al mandatario chileno un fusil AK-47, y el mito (desmentido) decía que lo usó dos años más tarde para quitarse la vida durante el bombardeo a La Moneda dirigido por Augusto Pinochet, el mismo militar que recibió a Castro cuando el chileno fue designado como representante del nuestro ejército ante la delegación del cubano.