Franklin Lobos le hace el quite a la fama

Franklin Lobos Ramírez habla poco del tema que lo une de por vida a otros 32 mineros.

Al menos con los medios no quiere recordar los detalles de la tragedia. Porque, dice, es de bajo perfil. Incluso le hacía el quite a las cámaras cuando brillaba como futbolista en Cobresal, en los años 80.

"No me gusta mucho hablar con los medios y después de lo que pasó muchos se creyeron héroes, pero resulta que fuimos víctimas. Hubo mucha farándula, yo preferí hacerme a un lado y el tiempo me dio la razón", dice.

El ex mediocampista de 60 años vive tranquilo en una cómoda casa en Copiapó. Está casado y tiene dos hijas adultas.

Tras su retiro del fútbol, se dedicó a trabajar como chofer en la mina San José, y ahora retomó esa pega: es empleado de una empresa de arriendo de automóviles.

"Me acuerdo de la tragedia, pero puedo decir que es un tema superado", aclara el hombre, quien en la mina San José era el encargado de transportar a los operarios hacia la superficie para almorzar.

"Nos hizo muy mal todo este tema. No saco nada con quedarme pegado, pero hubo cosas que no me gustaron. Muchos se demandaron entre ellos mismos, dijeron que éramos mal agradecidos por demandar al Estado, y al final todo lo que se hizo quedó en nada", añade Lobos, quien vistió la camiseta de la Roja en la etapa clasificatoria de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.

Una vida normal

Indicó que la "gran mayoría" de los 33 creyó que la compañía San Esteban, propietaria de la mina San José, los iba a dejar en el fondo del yacimiento después del derrumbe.

"La gran mayoría pensó que la empresa nos iba a dejar ahí. Salía más barato dejarnos morir que rescatarnos", reconoció el minero.

Agrega que es una gran mentira que se hayan forrado en plata tras el rescate. "Recibimos el millón de pesos de Farkas y una pensión vitalicia cercana a los 300 mil pesos. Con la película, por ejemplo, no hemos recibido nada".

Además de su trabajo oficial, Lobos tiene un quincho en su casa para cumpleaños y eventos. Con eso lleva una vida tranquila.

"Juego a la pelota los fines de semana y estoy haciendo una vida normal, como la que tenía antes del accidente, pero me costó mucho, porque lo único que yo quería era jugar y juntarme con mis amigos los fines de semana", dice.

COMPARTIR NOTA