"Yo le quiero decir a los niños que corran", fue el mensaje que dio el minero Edison Peña apenas salió desde las profundidades de la tierra. Era obvio, porque para él trotar es una de las cosas más importantes en su vida.
Es por eso que apenas le dijeron que corriera la afamada Maratón de Nueva York dijo altiro que sí.
Apenas pisó suelo gringo fue tratado como una estrella. Todos querían sacarle fotos, los organizadores le palmoteaban la espalda e incluso fue la figura en el show de David Letterman.
Peña, el hombre que corría 10 kilómetros diarios en la mina para combatir la angustia que sentía y que incluso lo llevaba a balancearse en posición fetal según versión de algunos de sus compañeros, las hizo todas en la Gran Manzana.
Hasta hizo patente su fanatismo por Elvis Presley y cantó un par de sus canciones frente a la audiencia gringa. Todo un crá.
Pero faltaba lo más importante: Ponerse a correr igual que Forrest Gump.
Muy temprano Edison Peña llegó hasta la partida, se sacó fotos con el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y fue ovacionado por todos los asistentes.
Luciendo unos lentes oscuros diferentes a los que usó al salir a la superficie y con el número "7-127" en la guata, Edison Peña comenzó la carrera deslumbrando con un paso a lo campeón.
Dejó atrás a varios chilenos famosillos como a Fernando "Nachito" Godoy y el miniperiodista Humberto Sichel, quienes parece que corrieron tomaditos de la mano porque llegaron a la meta al mismo tiempo.
En los primeros cinco kilómetros, Peña hacía 29 minutos y mantenía el paso para completar los 10 mil metros en menos de una hora.
"Corre, Edison, corre", le gritaba la gente y Peña hacía caso. En la mitad de la maratón, el minero lograba un tremendo tiempo de 2 horas 17 minutos.
Faltaba lo peor. Una molestia en su rodilla izquierda no lo dejaba tranquilo. "Cagó a pedna", pensó para sus adentros.
Como buen minero, sacó fuerzas y decidió terminar la carrera igual.
En vez de trotar, el tremendo Edison Peña completó el circuito caminando, lo que provocó una explosión de júbilo entre los espectadores que reconocían en el hombre un esfuerzo a toda prueba.
Acompañado por otros dos corredores, el renquino sacó una bandera de Chile y cruzó la meta a las 5 horas, 40 minutos y 51 segundos, entre aplausos de los miles de neoyorquinos que se agolparon para verlo.
En la meta recibió el emocionado abrazo de su esposa Angélica Álvarez y una medalla de honor por parte de la guaripola de la Maratón de Nueva York, Mary Wittenberg.