Como no pudieron llevárselo ni al acuario ni a ningún sartén de Madrid, la montaña fue a Mahoma. Así que ayer una delegación del pequeño pueblo gallego de O Carballiño, de la provincia de Orense, viajó hasta Oberhausen para nombrar al pulpo Paul como "hijo ilustre" de la comuna, y olé.
Parece que Carlos Montes es igual a los alcaldes de Chilito, porque no tenía otra cosa mejor que hacer que presidir la comitiva de O Carballiño. Y, al igual que sus colegas jaguares, al edil majo también le gustan las fotos, porque parecía polilla persiguiendo los flashes cuando le entregó un reconocimiento al cefalópodo a nombre de los 14 mil habitantes de su villorrio.
Se trató de una estatuilla en bronce de 20 centí metros con la figura del manilargo más amado por los hispanos. Claro que a Paul le gustó más la concha, la almeja entienda bien, que le llevaron y que es lo único que de verdad le importa en su acuosa existencia.
Al manotas los gallegos también le hicieron cariño, aunque debe ser asqueroso a decir verdad. Según Rainer Suhr, portavoz de la ciudad de Oberhausen, "no fue temeroso, le gustó que lo acariciasen".
Los españoles también habían llegado con billete debajo de la manga por si los alemanes decidían venderlo. Pero los 35 mil euros que pusieron sobre la mesa no les hicieron ni cosquillas a los zares del acuario de Oberhausen, quienes ratificaron que Paul va a nadar en sus aguas hasta el fin de sus días. Y colorín colorado, este pulpo del ajillo se ha salvado.
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