El descuartizador de Cañete hasta se burló usando un gorro de chef.
Fue en noviembre de 2013 cuando el tribunal oral en lo penal de Cañete declaró culpable de homicidio calificado a Víctor Águila Nápoli, joven de 20 años acusado de descuartizar y quemar el cuerpo de Rubén Villagra Arias (24), un amigo de toda la vida.
El crimen se remonta al año anterior, en el invierno de 2012, en la misma Provincia de Arauco.
El propio “descuartizador de Cañete” entregó algunos detalles ante la policía: según indicó, el día del crimen había estado bebiendo junto a Rubén. Sin embargo, la junta terminó en una discusión, luego que Villagra mencionara que había mantenido una relación sentimental con la madre de su hijo. Este se habría ofuscado, por lo que decidió dispararla en la cabeza una vez que se quedó dormido.
Lo que vendría luego sería aún peor. Mientras descuartizaba a su amigo, le pidió a su pareja, Verónica Aguilera (34), que lo fotografiara y grabara con su celular.
Cumplió su promesa
Desde chicos que Víctor y Rubén se conocían, consumidos por la delincuencia y la pasta base, hasta el punto de prometerse que si uno de ellos moría primero, el otro se haría una pipa con unos de los huesos del difunto, para “seguir fumando juntos”.
Pese a la unión, “El Nápoli” sabía que no podía dejar pasar una afrenta de ese tipo, aunque tal vez sintiera más cariño por su amigo que por su pareja.
Apenas se consumó el delito, Águila entendió que debía “reducir” a su examigo. En un acto macabro, que fue fotografiado y grabado por Verónica, Víctor quemó y descuartizó a Rubén para luego introducirlo en una maleta, perdonando sólo al dedo mayor de la mano derecha.
Antes, le pidió a su pareja que lo fotografiara tomando la desprendida cabeza de Villagra, y “mordiendo” una de sus extremidades usando un gorro de chef.
“Grábame conchatumadre, para que este hueón me crea”, le gritó Víctor a su polola. “Grábame para que el Andrés crea que es verdad, que sí pude”, insistió, aludiendo a un tío al que le haría llegar los archivos.
Esa misma noche “peló” el dedo que había guardado y cumplió con el acuerdo: convirtió el hueso en pipa para fumar pasta base. Luego salió de la casa para repartir el cuerpo en zonas baldías de la ciudad.
Segundo asesinato
Tras eso agarró sus cosas y se fue junto a su pareja a Osorno, donde le daría refugio otro “amigo”, Hernán Yáñez Cárdenas (43), quien a los pocos días también fue asesinado por Águila Nápoli, esta vez de un disparo en la nuca, tras un supuesto lío sexual.
Dos crímenes en cuestión de semanas que, tras unos días, terminaron por quebrar a Verónica Aguilera, quien confesó su presencia en ambos delitos.
La policía no tardó en ligar al occiso con su ex cómplice. Las fotografías y videos del crimen encontrados en la tarjeta de memoria de un teléfono terminaron de confirmar las sospechas.
Víctor Águila fue condenado a 20 años de prisión por el crimen agravado de Rubén Villagra, y a 12 años más por el asesinato de Hernán Yáñez. En tanto, Verónica Aguilera ya tendría una nueva vida, luego de pasar 3 años tras las rejas en calidad de encubridora.