Hallamos al hombre que atrapó al Chacal de Nahueltoro

Corría el 18 de septiembre de 1960 y la policía buscaba por todo Chile a Jorge del Carmen Valenzuela Torres, conocido como el "Chacal de Nahueltoro", quien mató a su esposa y a sus cinco hijastros porque no le dieron plata para tomar.

En ese tiempo, Alfredo Valenzuela Mora tenía 22 años y junto a dos amigos inauguraba la fonda "Los tres mosqueteros", ubicada en General Cruz, Región del Biobío. El primer día de ventas, un hombre de capucha, con olor a copete y de mal aspecto, ingresó al local a pedir una cañita. Habían pasado 29 días desde la masacre del río Ñuble.

"No tengo ni un peso pa' remojar la garganta", le dijo el hombre a Alfredo, quien lo reconoció de inmediato como el Chacal.

"No se preocupe, la casa invita", respondió el chichero, e hizo pasar al "Canaca".

Cincuenta años después, La Cuarta encontró y conversó con Valenzuela, quien hoy vende longanizas de Chillán y lácteos en el centro de Rancagua.

"Lo vi en un lugar cerca de un potrero y luego llegó a la ramada. Lo invité a pasar, pero sólo para capturarlo. Al momento de ingresar por un pasillo me lancé y lo atrapé", cuenta Valenzuela.

"Tomé la manta que él mismo llevaba y le agarré el cuello. Luego le amarré de las manos y le revisé sus vestimentas. Llevaba un cuchillo chico", cuenta.

De inmediato llegaron dos carabineros que hacían su ronda, pero como no andaban en vehículo, una señora facilitó su Ford del año 1947 para el traslado a la comisaría.

Alfredo llevó al asesino amarrado hasta un calabozo de la localidad de Pemuco.

- ¿Qué te manifestaba en el traslado el chacal?

- Me decía que había matado con una guadaña a su esposa, Rosa Rivas, porque no le pasó ni un cobre para seguir bebiendo, y que al bebé le había lanzado una piedra. Al ver que no había fallecido, le refregó la cara con sus pies. Cuando estaba muerta siguió con los otros hijos.

El antiguo vendedor de la fonda rememora que después de la entrega siguió el caso durante tres años por los diarios.

Así se enteró que los cuerpos fueron descubiertos por el dueño del fundo donde Rosa Rivas trabajaba, antes de ser despedida. También supo que los cádaveres de las seis víctimas estaban enterrados en fila y tapados con piedras, como un escalofriante ritual mortuorio.

El día del fusilamiento, ocurrido el 30 de abril de 1963, no podía ni comer y después de la muerte hasta soñó con Jorge del Carmen.

"La verdad es que esos días fueron horribles. Cuando lo fusilaron en la cárcel se me presentó frente a mi cama. Lo vi tal como lo capturé, con su manta al hombro, pero en mi pieza. Me dio mucha pena saber al día siguiente que lo habían ajusticiado".

- ¿Por qué después de tantos años se decidió a contar su testimonio?

- Nunca lo había contado porque antes de morir no quiero quedarme con esta historia.

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