¡Hay que puro hacer la vaca pa' sudáfrica, cabros...!

¡Cuántas veces nos tocó al revés! Si ser chileno era un karma cuando llegaba el último minuto, ese maldito último suspiro.

Haga memoria. Hasta en los partidos del barrio. Pídale dedos al amigo, al vecino. Siempre terminábamos sufriendo por un desgraciado gol al final.

Ahora toca reír. Reír y sacar pecho, porque ayer era para sentirse más orgulloso que nunca de ser chileno con esta Roja.

Ser buenos para la pelota no será nuestro don. Pero por la chita que da gusto ver a todos metiendo con una garra que se contagia hasta Magallanes, hasta la Antártida, donde el hielo se derrite por el calor que muestran estos guerreros.

Nunca nos vamos a llevar pelada una victoria. No nacimos para eso. Por eso cuando la pelota se teñía con la estrella solitaria en el primer tiempo, pero no había profundidad por un Morales intermitente y dos volantes abiertos más defensivos que ofensivos, sentíamos que faltaba la chaucha pa'l peso. El cero dejaba un sabor amargo después de esos 45 minutos.

Y qué decir de la pepa reboteada de Maldonado en el cuarto de hora de la segunda pata. Era como para que se viniera la noche, como tantas veces.

Pero llegó el momento de cambiar la historia. Por eso al toque lo fueron a buscar los chilenos y le hicieron penal a Alexis. Y el primer zí-zí, el del aperitivo, retumbó en todo Chile con el cañonazo que metió Suazo para igualar.

Claro que un empate no cabe en esta nueva mentalidad. Chile merecía más. Por eso el 2-1 de Gonzalo Jara era para gritarlo con alma y vida, porque se daba vuelta el marcado a puro huevo.

Pero ya está dicho, había que cortarse las venas.  Chupalla Fuentes se condoreó feo al dejar pasar una pelota  y Arango empató.

Pero además de corazón, tenemos un goleador letal. Se llama Humberto e hizo que toda Venezuela gritara "¡conchalevale, Chupete!" después de un zapatazo que le dio el triunfo a Chile al último minuto. Como tantas veces nos tocó sufrirlo.

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