Los Héroes de Padua: una olla común en el corazón de Santiago

Domingo de pandemia y en la calle Carmen no circula casi ningún automóvil. En la esquina con Maule se ve un par de autos estacionados. Pero si se observa con más detalle notará que la puerta de la iglesia San Antonio de Padua está entreabierta.

Al ingresar, uno se topa con un gran espacio donde en los años 80 funcionaba un comedor. Allí se alimentaba a cientos de niños de un colegio contiguo hoy extinto. Cuatro décadas después, ahí mismo un grupo de héroes se reúne para cocinar una olla común, autogestionada. Esta nace para solucionar un problema que hoy afecta a muchos chilenos y extranjeros residentes en nuestro país: el hambre.

Todos los que comparten ahí adentro son vecinos. Algunos desde niños frecuentaron el lugar para preparar su primera comunión y desde ese momento forjaron los lazos que hasta hoy los mantienen unidos.

Son unas 500 colaciones diarias las que prepara la común Padua. Gracias a la activación de "Los organizados", a su autogestión, guiados por la tía Jana y el sacristán de la parroquia, el tío John, son capaces de llevar a cabo esta increíble labor.

Al salir, una larga fila se observa por calle Carmen. El sacristán de la parroquia pide a cada comensal un papelito con sus datos para llevar la cuenta de las raciones entregadas. Claro está, menos de la mitad de los beneficiados cumple con la iniciativa, pero él, sin ningún reproche, entrega el pocillo blanco que hoy lleva porotos con riendas, o arroz con salsa y un trozo de pan para que todos puedan disfrutar de un plato caliente de comida, que en estos días, y para muchos, es difícil de conseguir.

Olla común: de los vecinos para el barrio

El calor de la cocina no para y los integrantes de la Olla común Padua continúan con el racionamiento que ahora llevarán a la gente del barrio. Es aquí donde se nota más la unión de los vecinos.

Danilo, Carola y Nicol comienzan el recorrido por las calles del barrio franklin. Aquí todos se saludan, algunos reciben su plato y también colaboran con alimentos para los siguientes días. Todo esfuerzo sirve para que esta iniciativa no se detenga.

No existen clases sociales, no hay distinciones, pues se entrega a toda persona que está en la calle. Limpiadores de vidrios en las esquinas, extranjeros, chilenos, personas en situación de calle y trabajadores que cumplen su jornada laboral de día domingo. Todos encuentran aquí su plato caliente.

Las sonrisas y el buen humor son parte de este recorrido mientras reparten la comida que con tanto cariño prepararon, siempre recordando las anécdotas de cada vecino del barrio. Los reconocen desde lejos y para ellos todos y cada uno forman parte de esta gran historia.

Después de varias horas termina la entrega de almuerzos y los muchachos de la olla común San Antonio de Padua pueden tomar un descanso. Ahora, con el corazón lleno y pensando en sus vecinos, buscan donaciones y aportan desde su propio bolsillo. Ellos, al igual que muchos otros, no quieren que esta iniciativa termine. Saben que el pueblo los necesita. Que sus vecinos, los que los vieron crecer desde niños, no se sientan desamparados ante esta difícil situación que afecta no solo al barrio, no solo a un país, sino que a todo el mundo.

Para recibir ayuda, los amigos de la olla común Padua han activado sus redes sociales. En Instagram: @olla.comun.san.antonio.depadua; y Olla Común Padua en Facebook.

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