Perros salvajes que gruñen a la orilla de la carretera por las noches, un calor que, a la sombra, puede llegar a los 45 grados y un silencio abrumador, son parte de los obstáculos que de día a día debe sortear Ignacio Jaime Camacho (51), un antofagastino que pretende caminar en muletas más de 1.300 kilómetros, incluido el desierto más árido del planeta, con el fin exigir igualdad de oportunidades para los discapacitados en Chile.
La increíble travesía de este analista de sistemas informáticos partió el 17 de septiembre pasado, cuando tomó sus dos muletas, una mochila de 80 kilos con todo lo necesario para sobrevivir y se despidió de su novia para comenzar su ruta extrema.
"Andaba diez kilómetros por día. Llevo 500 kilómetros hasta Copiapó. Estuve obligado a sortear vehículos, cortes de camino y un sector lleno de piedras. Tomaba seis litros diarios e agua por el calor, bajé como 20 kilos. Ahora me tuve que detener en Copiapó porque me desgarré y me tengo que cuidar para no dañar mi pierna", contó a La Cuarta este valiente nortino.
Este arriesgado caminante, que se fracturó ambas piernas y la mano derecha en un accidente laboral, planeó durante un año su odisea. Lo primero que hizo fue comprar ropa térmica. "Uso un traje tipo Batman, con protectores musculares que me conseguí en Estados Unidos. La idea es que se adapta a las condiciones climáticas", afirmó.
También se armó con un botiquín de primeros auxilios, mochilas con suero salino y agua, un panel solar y raciones de comida como las que usan los militares.
Para soportar la soledad, Ignacio llenó su Mp4 con música clásica y hasta una versión del Fantasma de la Ópera, de Antonio Banderas. "Para soportar la soledad me puse a leer harto. Me leí El Arte de la Guerra completo, La Constitución Chilena y unos libros de terapia femenina".
Ignacio afirmó que lo más duro fue soportar las ráfagas de viento que en el desierto pueden alcanzar fácilmente los 100 km por hora: "Tuve que hacer hoyos de 30 centímetros de profundidad y enterrarme para soportar el viento. Es de las cosas más duras que he pasado".
Pero la ruta de este hombre aún no acaba. Su idea es llegar a fines de enero del 2015 a Santiago, donde confía que las autoridades del país lo tomen en cuenta.
"Hay muchos hombres que no caminan el desierto por miedo y lo hice. Quiero demostrar que los discapacitados podemos hacer todo, no somos menos", relató.
Su historia ha impactado en el norte. Tanto que en cada ciudad que para le ofrecen comida y la Mutual de Seguridad le ofreció exámenes médicos para cachar si está en condiciones de seguir su ruta.
"La gente viene a apoyarme, se saca fotos conmigo, me trae agua, jugos. Estoy muy agradecido", concluyó antes de cortar para continuar su viaje con destino a Vallenar, su próxima parada.