La historia del profesor que murió en Brasil de fiebre amarilla

Patiperro, amante de la naturaleza y admirador de conocer diversas culturas. Así es recordado el profesor de historia Daniel Santander Muñoz, de 35 años, la primera víctima fatal chilena de la fiebre amarilla en Río de Janeiro, Brasil.

El docente, quien se fue el 31 de diciembre junto a su polola Javiera a recorrer varias ciudades del gigante sudamericano, habría sido picado en la localidad de Isla Grande, en el municipio de Angra dos Reis, donde presentó los primeros síntomas, como fiebre y dolor de cabeza. Allí lo dieron de alta rápidamente en un recinto médico, ya que solo se trataba de dolencias menores.

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Un par de días después su estado empeoró, hasta que perdió la conciencia el domingo pasado. Ahí recién le confirmaron que padecía la enfermedad. Debido a la escasa comunicación y a lo aislado del lugar, fue llevado por pescadores locales hasta un centro asistencial, donde lo trasladaron de urgencia hasta el Hospital Federal de los Empleados Públicos de Río. Allí falleció producto de complicaciones en su hígado, páncreas y riñones.

Ideología

Santander, oriundo de Puente Alto, amaba la docencia, pero también perder contacto con la gente y extraviarse en la naturaleza. Según su hermana, Daniela, él no creía en la vacunación, por lo que le hizo el quite a la jeringa contra la fiebre amarilla.

"Él se oponía a vacunarse por un tema ideológico. Mi padre le manda un correo cuando empieza a ver en los medios que esto se estaba haciendo latente y saliendo a flote y él no accedió a la vacuna; de hecho, allá ya no había stock de dosis. Pero él de todas maneras no lo iba a hacer", señaló Daniela.

Sin embargo, horas más tarde modificó su versión. "Ha sido un poco el tema de la información y la escasez de la vacuna. El no poner en alerta a la población trajo como consecuencia la muerte de mi hermano, quizás también traiga más muertes", dijo Santander, quien agregó que su hermano pretendía retornar al país el 25 de febrero. Ahora su familia realiza los trámites en Cancillería para repatriar su cuerpo.

Según las autoridades brasileñas, entre julio y febrero 353 personas se han contagiado con la fiebre amarilla: 98 han muerto.

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