Rodeado de cuerpos de patos, lagartos, truchas, grandes felinos, osos y bisontes, trabaja Diego Jara, taxidermista del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN).
Pero ¿qué es la taxidermia? En líneas generales, es disecar los animales para conservarlos en apariencia vivos (taxi: colocar, arreglar; dermos: piel).
No es un trabajo sencillo. En su taller del primer piso del centenario edificio de la Quinta Normal debe considerar los olores, colores, conductas, ambientes en que nacieron, respiraron, lucharon y murieron estos animales.
Con mucha paciencia
Tampoco es un trabajo rápido. "Con los mamíferos grandes puede tardar de cuatro a seis meses, entre que se haga la curtiembre y se selle la piel para que los pelos no se caigan. Además, hay que utilizar tecles y poleas para levantar el maniquí si es grande", expica Jara.
En cambio, un ave, como un pato, por ejemplo, requiere de tres horas de trabajo. En el caso de los peces, se conserva sólo la piel y se la pinta, porque fuera del agua se pierden los colores.
"Los tiburones también hay que pintarlos, pero el proceso con ellos es dificultoso, porque expelen un olor muy fuerte", detalla el veterinario.
El secreto de sus ojos
Una de las claves es la técnica para que la mirada de los ejemplares exprese vida.
"Se puede plasmar la actitud corporal y la naturalidad de la postura, jugar con el arreglo de párpados y pestañas. Además, es importante la materialidad del ojo artificial, que puede ser de resina o, en el máximo esplendor, usar ojos de vidrio", cuenta motivado el experto.
Jara remarca que todo parte con mucho estudio de los especímenes vivos, en su hábitat, ya sea en forma directa o a través de videos. "Luego, con mucho respeto, se hace una incisión ventral, se retira la carne, se hace un maniquí y sobre él se monta la piel", señala.
Y su afán por recrear con detalle la naturalidad de la vida, lo lleva a pintar el interior de las fosas nasales, tallar músculos e incluso imitar venas y arterias bajo la piel.
De lo bueno poco
Diego Jara estima que en el país debe haber unos 10 taxidermistas, todos provenientes de diversas disciplinas.
"Yo soy médico veterinario y hay algunos que son artistas visuales. Por formación, tengo ramos de biología, zoología y anatomía comparada de las especies. Y me especialicé en huesos de los animales. Después, tomé cursos afuera sobre taxidermia", detalla.
Al Museo de Historia Nacional llegó en 2013, como voluntario para la restauración del esqueleto de la ballena "Greta", el mismo que hoy está expuesto en el hall central del recinto.
El cariño de este veterinario por su trabajo asoma en cada frase de su relato. Cariño y respeto que le hacen eludir al máximo las preguntas sobre rumores de episodios sobrenaturales en el lugar donde cumple labores.
Pero ante la presión, señala brevemente: "Cuenta la leyenda que se mueven por obra de Zacarías Vergara, un antiguo jefe del taller. Por ejemplo, uno deja un pato disecado acá, se retira y, al otro día, aparece en otro lado".
Más no cede, es un secreto entre él y sus animales.
"Greta" paró la fiesta
La ballena "Greta", que en rigor es un rorcual norteño, tiene toda una historia. La trajeron en carretones desde la Región de Valparaíso en 1888 y estuvo sumergida seis años en una piscina de cal para su limpieza.
Cuenta la leyenda que el primer director del MNHN, Rodulfo Philippi, se decidió a armarla en 1895. Y la razón habría sido bastante curiosa: pretendía que la presencia del gigantesco esqueleto disuadiera a las autoridades de realizar bulliciosas fiestas en el recinto.
Los gigantescos huesos del rorcual estorbaban a los farreros, que se dieron maña para el baile y el ruido, pero ni con perfumes pudieron evitar la fetidez de las osamentas... Y Philippi recuperó la paz.