¿Se le quemó una ampolleta en plena madrugada y tiene claro que no podrá repararla hasta que salga el sol? No, no, no, eso no corre más. Y todo gracias a un emprendimiento bohemio que tiene de todo para que siga manejando en regla.
Si pudieran prenderle velas, fijo que lo harían, pero él prefiere una buena tallita o una conversación amena antes que cualquier tipo de ofrenda. Con su camioncito estacionado en la bomba de calle Lira esquina Curicó, Luis Roberto Bobadilla Miranda, "El Joyita", es el verdadero salvador de taxistas y choferes que necesitan una manito en sus carreras nocturnas.
Hace un lustro que hizo suya esa geolocalización, a la que noche a noche llega una veintena de conductores a comprarle alguna pieza o un elemento que no les impida seguir manejando por la urbe.
En su mayoría, su clientela la conforman taxistas, que tienen en esa "Petrobras" una base infalible para hacer una pausa, tomarse un café, hincarle el diente a un italiano con harta mayo y, cómo no, salvarse con alguno de los productos que ofrece "El Joyita". Rollos de taxímetro, silicona, renovador, panorámico, guardafangos y ampolletas son lo que más requieren sus fieles, quienes agradecen que esta ave nocturna les dé esa manito que les cambia el destino entre irse a casa o seguir "taxeando".
"Acá estoy hasta las 4, 5 de la mañana, todos los días", promete Bobadilla, quien aprovecha las tardes para recorrer tiendas y abastecerse con más y mejores productos.
"Los mismos clientes me orientan sobre qué cosas son las más necesarias y así yo las voy comprando y las tengo para cuando las necesiten", admite este verdadero maestro, quien está enfocado a full en su emprendimiento, sobre todo después de que su compañera por más de 50 años hace cuatro viró en otra dirección, con destino a la eternidad. "Era extraordinaria", repasa en la mente y con la vista fija sus tiempos más felices.
El hombre sabe
Para Bobadilla, esta es su nueva ocupación desde que abandonó la anterior: paradójicamente, "El Joyita" -a quien le dicen así porque siempre inquiere a sus clientes con la frase "¿qué le falta a su joyita?"- partió como taxista en 1964, y desde esa época que intuyó lo que se podía venir para su futuro.
"Siempre andaba con ampolletitas de más, con algunos repuestos. Ahí les pasaba a los colegas, hasta que me animé a hacer de esto mi propio negocio", reconoce Luis.
Aunque es feliz con su pega bohemia, este capo también tiene sueños e ilusiones de crecer en el rubro y de abrir su propio local establecido, idealmente en la comuna de Providencia.
"Por ningún motivo quiero dejar 'El Joyita', pero sí me gustaría que se transformara en una sucursal. Es algo que lo tengo en mente y que ha estado cerca, espero ya muy pronto poder concretarlo", se esperanza Bobadilla.