Patricia Bravo, presidenta de la Junta de Vecino de La Farfana, vive desde que nació, hace 52 años, en ese lugar de la comuna de Maipú.
"Esto era puro campo. Por ahí por el '91, cuando llegaron bajo el nombre de Emos, te podría decir que eran los peores vecinos y enemigos", cuenta la vecina.
Al recordar esa etapa agrega que "fue terrible, porque era una zona 100% campesina y de repente llegó esta constructora que se tomó cientos de hectáreas y perdimos casi la mitad del pueblito. Se suponía que iban a dar trabajo, que se iba a ayudar, que se iba a modernizar un poco, pero no fue así".
No fue todo. La dirigenta también asegura que cuando empezó a funcionar la planta "nos echaban la culpa de los olores a los pobladores, ahí fue la gran pelea, hasta que se les echó a perder una máquina y ahí vino el infierno para ellos, se les vino todo Santiago encima".
Codo a codo
Pero toda esa presión social se aplacó cuando la planta cambió y se creó una mesa de diálogo efectiva con los vecinos. "Ahora es otra cosa, desde hace unos siete años, si uno los necesita vienen a terreno, porque antes ni pisaban el barro. Podemos ver las cosas juntos, de tú a tú, si hay olores, podemos llamar a un 'caminante' y él viene al tiro y soluciona todo. Tenemos confianza de este tipo de soluciones, que hasta el momento han funcionado", explica Patricia a La Cuarta del Sábado.
Para lo vecinos lo más importante es que "no vuelva el olor. Comenzando el verano nos llenábamos de moscas, sigue pasando, pero ya no es tan grave. Seguimos trabajando en este punto".
El camino a la Biofábrica
A fines de los 90 se decidió terminar con el vertimiento de aguas servidas sin tratar en los cauces del país en un plazo de entre 10 y 12 años. Y esa medida tendría efectos claros para los vecinos de La Farfana.
Aguas Andinas inició los trabajos en 1999, cuando sólo el 3% de las aguas servidas eran tratadas. Además de transformar la planta, desarrollaron un programa para el saneamiento completo de las aguas de la cuenca, recuperando de manera indirecta la vegetación, las poblaciones de especies de fauna, el suelo y los ecosistemas del sector, incluso ahora hay una laguna ecológica a metros de la planta.
En 2001 continuaron con la descontaminación del cauce del río Maipo y luego hicieron lo mismo con el Zanjón de la Aguada.
La capital creció y sus habitantes generamos hoy 9 metros cúbicos por segundo ¿Mucho? Hasta 15 metros cúbicos se puede alcanzar en los peak.
"La cantidad de agua que Aguas Andinas devuelve tratada al medioambiente es de 600 millones de metros cúbicos, aunque aún el proceso no convierte el agua en apta para el consumo humano", señala Christian Esquivel, subgerente de Comunicaciones de la empresa.
Altas metas
En el proceso de descontaminación se produce energía y biosólidos. Por eso se dice que las instalaciones ya no son plantas de tratamiento, sino biofactorías, que elaboran productos utilizables en otros procesos. "Estas biofactorías tendrán autonomía energética, valorizarán residuos y eliminarán el impacto al medioambiente", añadió Paulina Vicentela, jefa de la Biofactoría.
La Biofactoría Gran Santiago apuesta por reducir sus emisiones a cero y autoabastecerse energéticamente gracias a los procesos normales de su operación, en un horizonte de cinco años.
Y parte de ese plan ya es una realidad. El biogás que allí se produce (ver infografía) se utiliza para generar electricidad equivalente a más del 50% de la energía que la planta requiere. "Con la operación de las biofactorías no sólo estaremos reduciendo nuestra huella de carbono, sino también la de Chile", asegura Vicentela.
No es lo único
En La Farfana, Aguas Andinas desarrolló una planta de Biometanización que, gracias a un convenio con la principal empresa de gas de Santiago, inyecta biometano a la red de gas natural para abastecer a cerca de 10.000 hogares.
En el caso de los biosólidos, Aguas Andinas lleva años de investigación y trabajo con el fin de darle el mejor uso sustentable a este producto benéfico para el medioambiente. Hoy la empresa cuenta con un centro especialmente diseñado para el acopio, la investigación y la distribución de este importante fertilizante, logrando que un 43% de las más de 300.000 toneladas producidas cada año en las plantas sean distribuidas en distintos predios agrícolas de la región metropolitana de forma gratuita.
Esto constituye un aporte a la reforestación y recuperación de suelos degradados en la agricultura y disminuye la disposición de este producto en rellenos. La meta es aprovechar el 100%, insistiendo en el uso agrícola, pero también obteniendo energía, insumos para fabricación de cemento, y arena para construcción.