Tres personas que perdieron la vida en una transitada calle de la comuna se han convertido en almas que mantienen viva la fe espiritual entre sus cercanos y vecinos. Animitas que cumplen y cuidan el sector.
La intersección de avenida Cristóbal Colón y Padre Hurtado Sur se convirtió, con el paso del tiempo, en un lugar donde se rinde tributo a las almas que en dicha esquina han perdido la vida.
El primero en encontrarse con la muerte en el sitio fue Exequiel Jilberto Cornejo. Joven de casi 30 años, vecino del barrio y quien tras una pelea familiar tomó la determinación de terminar con su vida. Se acercó a la intersección para atar una soga al árbol. Ahí, realizó el trágico cometido que dejó su alma para siempre en el lugar.
Su familia no daba crédito a lo sucedido, mientras que los vecinos comenzaron a rendirle pleitesía con velas y flores. No fue lo único que se hizo. Una animita fue instalada y desde entonces su padre iba todos los días.
Como su progenitor, otros se acercaban a pedirle favores, especialmente de salud, los que Exequiel sabe cumplir muy bien, por eso decenas de placas lo rodean agradeciendo las gentilezas que el hombre ha realizado.
Pero pasaron 20 años y la desgracia nuevamente volvió a tocar la esquina. La dictadura azotaba el país y Pedro Vargas era un trabajador del sector que tuvo un intercambio con Carabinero la tarde del 2 de octubre de 1988.
A la vista de todos, los policías desenfundaron sus armas contra el hombre, quien murió víctima de los impactos. La pequeña casita blanca de Exequiel ahora era acompañada por la de Pedro, pero esa no sería la última muerte que habría en el sector.
En diciembre del 2007, Daniela Zúñiga cruzaba la calle cuando fue atropellada por un Transantiago, perdiendo la vida. Su familia también instaló un descanso, formando entre los tres caídos un espacio de espiritualidad y esperanza.