La Cuarta Dimensión: Los espíritus de Alhué

Perdida en el límite sur de la Región Metropolitana, esta tierra huasa fue profanada por los españoles, lo que desató la furia de los indígenas del lugar. Ayudados por almas en pena y el diablo, los afectados intentaron hacer justicia.

Alhué está emplazada entre montañas. Desde épocas precolombinas, los indígenas que vivían en el lugar tenían una conexión directa con espíritus ancestrales, aunque todo acabó con la llegada de los españoles.

Pedro de Valdivia despojó a los lugareños de la zona y entregó esos terrenos a Inés de Suárez, junto con varios indígenas que sirvieron de esclavos. Ese infame suceso hizo enfurecer a los espíritus que merodeaban el lugar de forma permanente. Quienes vivían ahí sabían que estaban protegidos por una fuerza del más allá. Incluso corrían rumores de que hasta el mismo diablo vivía en esas tierras.

Cuando los españoles tomaron el control de la localidad, explotando los recursos naturales y esclavizando a los aborígenes, estos secretamente hacían rituales durante las noches para llamar a las fuerzas que velaban por ellos.

Había un espectro en especial al que querían llamar; se caracterizaba por ser sangriento y malvado. Así, cada noche lo convocaban para que hiciera justicia por el pueblo que estaba siendo arrebatado. Hasta que un día, en la oscuridad de la noche hizo finalmente su aparición, sorprendiendo a todos los presentes.

Era un ancestro indígena, deseoso de venganza y con la idea de hacer justicia por su pueblo. Sigilosamente, este espíritu comenzó a hacer de las suyas en el sector. Buscaba por diferentes flancos la forma para atacar a los españoles y justo después del anochecer consumaba su placer a mansalva.

Los indígenas sólo escuchaban los gritos desgarradores en la inmensidad de los cerros. Pocas veces se encontraban los cuerpos de los que venían a la misión conquistadora y los que eran hallados, aparecían con el corazón perforado y sin una gota de sangre.

Al no lograr recuperar las tierras, los españoles se fueron del lugar, pero a pocos kilómetros de ahí fundaron el pueblo de Villa de San Jerónimo de la Sierra de Alhué, como una manera de pedir a Dios que los asesinatos cesaran.

Además de los espíritus ancestrales, la gente del lugar asegura que Alhué es el hogar del diablo. Entre los sectores de Pichi y Talami, en medio de los cerros, el patrón del mal hace sus apariciones arriba de un corcel, completamente de negro y sacando chispas a su paso.

Desde las mineras que se establecieron en años posteriores afirman que muchas veces lo vieron pasar y, que cuando éste aparecía, era sinónimo de que algo malo iba a pasar.

Algunos más osados salían a buscarlo entre las montañas, pero terminaban perdidos y fallando en su intento de hacer un pacto con el señor de las tinieblas.

Alhué es una tierra que todos relacionan con lo espiritual. El refrán "dónde el diablo perdió el poncho", hace relación a esta localidad extraviada en la cordillera, que ha logrado mantener esa esencia mística de la cual se han escrito varios libros, cuentos e incluso temas musicales retratando la historia del pueblo.

"Alma de muerto" es su significado en mapudungún, razón más que suficiente para que los espíritus sigan divagando por el lugar.

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