La dura lucha diaria de los brigadistas

Por un día La Cuarta fue testigo del riesgoso trabajo de las Brigadas contra incendios forestales del Ejército (Brife), quienes, junto a personal de la Conaf y de Bomberos controlan el incendio forestal más grande de la última década en la Región del Maule.

"Usted, siempre a mi lado y mucho ojo por dónde camina, aún hay muchas cenizas que el viento puede levantar y provocar otro incendio", nos advierte de entrada el teniente Felipe Poblete, mandamás de la Brife del Regimiento de Linares, mientras nos trasladamos a 40 kilómetros al sur de Cauquenes donde el fuego ya consumió siete mil hectáreas y amenaza con dejar sin hogar a seis familias del sector.

Antes de partir de la ciudad, construcciones aún afectadas por el 27/F en la Plaza de Armas de Cauquenes, el traslado de camiones de la Conaf, el ruido de los helicópteros y el humo y las cenizas que cubren el cielo dan un toque de alerta máxima al escenario.

Los brigadistas llevan tres días enfrentándose a las llamas, que en ocasiones se elevan a más de 500 metros devorando bosques autóctonos o plantados por las forestales para su comercialización.

Según sus dueños, cada hectárea vale 12 millones de pesos y ya se han quemado siete mil en esta zona. A la tragedia natural se suma el daño económico que afecta a los empresarios.

A pesar de cumplir turnos de 12 horas diarias, los rescatistas deben trabajar rápido y colocando sus vidas en peligro. Un cambio en la dirección del viento, común en el sector, es suficiente para que las llamas los encierren y terminen calcinados, como en la tragedia de Carahue.

"El factor climático es lo más complicado, sobre todo en las tardes. El incendio puede estar controlado y de la nada se enciende otro foco en otro lado. Nunca hay que confiarse en la extinción del fuego, es muy traicionero y debe estar monitoreado", contó el teniente Poblete, quien tiene bajo su mando a 25 brigadistas. Unos con 5 años de experiencia en incendios y otros "pelados" que se la juegan por primera vez entre las llamas.

TRABAJO CONJUNTO

El lunes 2 de enero se dio la alerta de incendio forestal en la región y no pasaron 12 horas para que 140 expertos se pusieran manos a la obra para evitar que la tragedia alcanzara las magnitudes de los incendios de más al sur.

En el Aeródromo Los Boldos se coordinan las acciones que se realizarán durante el día para controlar el fuego. Todos se subordinan a las órdenes de los jefes de la Conaf, incluidos los militares y carabineros que apoyan las labores.

Al llegar al bosque, vamos en lo que se denomina segunda línea, a metros de los funcionarios de Conaf y Bomberos. Ellos exterminan las llamas y los militares, con palas y rastrillos, impiden los rebrotes que con las altas temperaturas y el viento pueden resultar fatales.

Nos advierten que nunca debemos darle la espalda al fuego. "Tiene vida propia y es traicionero. Si te encierra es muy difícil sobrevivir", nos cuenta un brigadista.

El calor es infernal, más de 40 grados al interior del bosque. Algunos voluntarios se deshidratan y tienen calambres. Deben caminar más de 10 kilómetros por los cerros, esquivando troncos en llamas y humo tóxico.

El agua que tenemos en botellas y cantimploras llega a hervir con la temperatura. Sólo podemos mojar los labios y seguir caminando. Entonces ya cuesta respirar y duele la cabeza.

Cada 50 metros nos encontramos con personal del Ejército y la Conaf, están cansados y sucios. Al vernos sonríen y nos piden que para la próxima les llevemos la Bomba 4 para subir la moral.

"El riesgo de nuestro trabajo es muy alto a pesar de que combatimos de lejos el fuego. No es lo mismo un incendio de casa que uno forestal. El factor climático y físico influye mucho en nuestro trabajo. En un minuto podemos estar encerrados por las llamas y se acabó nuestra historia", confiesa Jaime Jara, voluntario de Bomberos de Talca y cabo primero del Ejército.

EL MALDITO INCENDIO BAJO TIERRA

Un factor que desconocíamos de la lucha contra el fuego es el llamado "incendio subterráneo". Si bien es importante terminar con las llamas en la superficie, hay que vigilar las cenizas por 4 días para apagar todo rastro de fuego.

"El incendio también puede expandirse por las raíces de los árboles aunque en superficie parezca controlado, por debajo de la tierra puede abrirse paso y explotar a kilómetros", confiesa el teniente Felipe Poblete.

Antes de retirarnos del bosque, el teniente ordena las "guardias de cenizas" para que en pareja, los militares vigilen los restos de árboles. Por hoy, ya no queremos más fuego.

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