Casa nueva, vida nueva, dice el refrán, cuando hace referencia a un espacio nunca antes visto y que se espera sea, palmo a palmo, propio, impregnado de nuestra cotidianidad: un hogar.
Eso al menos es lo que debería ser en teoría para una familia de Puente Alto, compuesta por padre, madre, una hija mayor e hijo pequeño.
Los cuatro llegaron hace cerca de 13 años al conjunto habitacional Terranova, cerca de la avenida San Carlos, donde la casa era flamante, pero ya tenía moradores, aunque no de carne y hueso.
A poco de su llegada, surgieron voces que no eran de los nuevos moradores y misteriosamente desaparecían algunos objetos... Fueron las primeras manifestaciones de los fantasmas.
Ellos eligieron primero a los menores de la familia. La hija tuvo uno de los encuentros más fuertes. Estaba en su habitación, escuchando música con audífonos y mirando la pared, de pronto alguien tocaba su cabeza, ella pensó que era su hermano y lo retó. Como la molestia no paraba, ella se dio vuelta y... ¡no había nadie!
LOS CONTACTÓ
El menor de la familia tuvo el privilegio de contactarlos. "He visto a la mujer en dintel de mi pieza. Otra vez tomando desayuno se escondía un hombre detrás de la puerta, y una vez a un tío se le apareció un niño, pero a él no lo he visto", relata el niño, quien también ha sentido que se sientan en la orilla de su cama.
De ahí en más las manifestaciones se sucedieron: repentinas alzas de volumen en radios y susurros en medio de conversaciones familiares.
Contacto que tienen altibajos. "A veces pasa el tiempo y no nos penan, y otras veces lo vemos bien seguido", cuenta el niño.
¿Sucesos de espanto? No, porque la familia de carne y hueso ha sabido convivir con los fantasmas, a tal punto que la madre, cuando vuelven a sentir las presencias, dice: "Ya nos están hue... de nuevo".