Tras su segundo período en el Congreso, la entonces diputada planeaba tomar distancia de la política en 2022. Sin embargo, recibió el llamado del electo Presidente Boric: su única respuesta posible fue sí. Hoy, la vocera de Gobierno se ha consolidado como una figura bien evaluada. "Nos faltan horas, siempre estiramos el chicle hasta muy tarde para resolver todos los temas", asegura en entrevista con el diario pop. La ministra también repasa los momentos "más difíciles" que le han tocado en este primer año, como el cambio de gabinete y el triunfo del Rechazo. También, recuerda su infancia y revive sus tiempos de universitaria: "Era muy piola, reservada y tímida".
Quería pasar a segunda o tercera línea, diría yo, tras mi segundo período como diputada. Mi plan era no tener un plan. Mi plan, no muy elaborado, no era salirme de la política, porque creo que es muy necesaria, pero bajar varios cambios, salirme del Congreso, seguir militando, estudiar —y alcancé a terminar mi primer semestre de magíster—, estar más con mi hija, tomar algún otro proyecto, lo que pudiera surgir como trabajo. Soñábamos (con Abel Zicavo), se nos ocurrían cosas, como una parrillada o una cervecería artesanal (se ríe).. Mil cosas... Pero antes de concretar aquellos otros proyectos alternativos, surgió esta posibilidad de que el Presidente Gabriel fuera Presidente. Y lo acompañé en todo momento, desde la primera vuelta, luego en la segunda, y después me dijo que necesitaba que fuera ministra. Obviamente que no le podía decir que no.
Nosotros heredamos fronteras totalmente abandonadas. La situación era desconcertante, sin recursos ni infraestructura. Hemos tenido que inyectar una cantidad importante de recursos en la frontera, no solamente el despliegue de las Fuerzas Armadas para combatir la inmigración irregular, que ha disminuido en un 56% desde que nos desplegamos. Hemos tenido que hacernos cargo de los déficit y brechas que se han generado por mucho tiempo, de la precariedad en la que estaban los policías y otras instituciones en esta materia.
Hemos tenido que triplicar o cuadriplicar los esfuerzos en inversión para las policías, y por eso el aumento del presupuesto, el anuncio de los 1.500 millones de dólares para, también, fortalecer la agenda de seguridad. Por cierto, uno nunca puede estar conforme, y la tarea de toda autoridad es que este tipo de trabajos sea desafiante, y estemos siempre buscando mejorar, y responder de mejor forma a los problemas que nos presentan la realidad y la contingencia.
Hemos sido y estamos siendo uno de los gobiernos que más se ha preocupado de fortalecer nuestra institución en seguridad, y que más respaldo le ha brindado a la policía para enfrentar los desafíos que se nos están presentando en el combate a la delincuencia
En las críticas al Gobierno por seguridad, tras el asesinato al cabo Daniel Palma, creo que hay un intento soterrado de cuestionar las críticas legítimas que se levantaron a propósito de las violaciones a los Derechos Humanos y el desfalco de Carabineros. No podemos pretender, a propósito de la demanda importante, urgente y necesaria en seguridad, borrar nuestra historia, y desconocer todos aquellos problemas que también hemos enfrentado como país.
El reforzamiento de las policías tiene que ver con su modernización, con su mejora en las capacidades, con hacerlas más eficaces en la persecución del delito, siempre respetuosa de los Derechos Humanos, que sepan actuar en diferentes ámbitos y con los protocolos adecuados en lo que es el orden público democrático, que necesitamos garantizar en nuestras calles cuando hay, por ejemplo, manifestaciones. Y por otro lado, está lo que es la seguridad pública, que es el combate al crimen organizado, la delincuencia y los delitos violentos. Esta idea de cuestionar la necesaria y legítima crítica en ciertos contextos que se dieron hacia la policía viene a desconocer una parte importante de la historia, y a tratar de anular al gobierno como actor político en el debate sobre la agenda seguridad.
No hay posibilidad de apropiarse el tema de seguridad de parte de un sector político: esto es un problema país, y además es un problema de Estado. Si la crisis que tenemos de seguridad la vemos en profundidad, podemos darnos cuenta que se debe a que el Estado no se modernizó ni fortaleció al mismo ritmo que lo hacía la delincuencia. Quedó atrás y eso fue producto de que no se entendió por mucho tiempo el tema de la seguridad como una política de Estado, y se usó simplemente para campañas políticas y electorales, para golpear el que estaba al frente o buscar medidas populistas de corto alcance, que no resolvían el problema de fondo. Ahora tratamos de resolver el problema urgente con las policías y recursos, pero también mejorar las capacidades del Estado, en inteligencia, en la persecución de la ruta del dinero, en el fortalecimiento de la instituciones como la Fiscalía, el Ministerio Público, el Servicio de Impuestos Internos (SII), aduanas y Gendarmería, que deben funcionar coordinadamente para combatir esta organización criminal que se ha ido perfeccionando, y que es más temeraria que antes.
Uno llega con un programa de gobierno sabiendo lo que viene a hacer. Pero cuando tú levantas la piedra, te encuentras con una serie de problemas que estaban tapados bajo la alfombra. Entonces uno dice: “Chuta, aquí hay que redoblar los esfuerzos”. Cuando llegamos al gobierno, nos dimos cuenta de lo que habíamos heredado en seguridad, y fue cuando dijimos: “Esto es más precario y preocupante de lo que pensamos, por lo tanto, ya no basta solo con los planes de intervención del barrio Meiggs, por ejemplo; o lo que tenía que ver con la persecución de las armas, que nos ha generado un 40% más de requisamiento y destrucción de armas ilegales. No basta con eso.
Nos hemos tomado con mucho sentido de responsabilidad el tema de la seguridad, no para dejar contento a un sector, dejar una buena cuña en el momento o una puesta comunicacional, sino que a tomar el toro por las astas y enfrentar como política país y Estado este asunto que ha llegado para quedarse.
Chile todavía está en condiciones de poder frenar la ola de violencia y delincuencia que ha estado presente. Es el momento para frenarla, o por lo menos contenerla y, ojalá disminuirla de aquí en adelante, para heredarle a un próximo gobierno una mejor situación.
El proyecto de las 40 horas fue un gran triunfo que pudimos regalarle al pueblo chileno. Lo más emocionante fue ver sonreír y emocionarse a trabajadoras, a las dirigentes sindicales, pensar en todas las personas de distintas edades, hombres y mujeres, que confiaron y tenían la esperanza que en algún momento se aprobara. Después de tantas dificultades, de seis años, un mes y tres días que se demoró su trámite legislativo, el que se haya, por fin, aprobado evidentemente que es un avance, una buena noticia para la calidad de nuestro país. Me tocó muy bien en lo personal, porque le dediqué mucho tiempo de mi vida. Pero lo más importante, al final, es que no se trata de mi proyecto o de un grupo de parlamentarios, sino que se hizo un proyecto país: una iniciativa que parece personal termina siendo popular, genera sentido de pertenencia. Es la realización de un sueño.
Para lograr el aumento del sueldo mínimo a $500 mil, la reforma tributaria y las 40 horas, sin afectar a las pymes, la clave es lograr el justo equilibrio de las cosas y, para alcanzarlo, el diálogo es fundamental. Las iniciativas para mejorar la calidad de vida de la gente son posibles de lograr en la medida que sentamos en la mesa a los distintos actores involucrados.
El salario mínimo nos dijeron que era imposible el año pasado por la situación económica y, sin embargo, logramos aprobar los 400 mil pesos con, además, apoyo a las pymes. A las pymes no les hemos dejado solas, nunca. En este caso va a ser lo mismo. Vamos a tramitar sólo el aumento a $500 mil en dos años, adelantando la meta que teníamos presupuestada de alcanzar al finalizar el gobierno. También tenemos comprometido una iniciativa para apoyar a las pymes. Con las 40 horas pusimos a todos a dialogar, y logramos promulgar la ley. Lo mismo estamos haciendo con la reforma tributaria: insistir en el diálogo, recoger opiniones y manteniendo los principios que buscamos garantizar: que haya justicia, mejoras sustantivas en la calidad de la población, mayores ingresos para financiar gastos permanentes. Ese es el espíritu que mueve en general la política de gobierno: alcanzar el equilibrio de las cosas para hacer realidad los proyectos que se han venido demandando y esperando por tanto tiempo.
¿Qué autocrítica haría si volviera a ser oposición? Es difícil ponerse en esos casos hipotéticos. Soy lo que soy producto de mi historia y trayectoria, por mis aciertos y desaciertos. Evidentemente una de las cosas que te da estar en el gobierno, que es conocer el aparato de Estado, al menos en lo que corresponde al Poder Ejecutivo, como me sirvió estando en el Parlamento conocer dentro el Legislativo, que no siempre los que llegan al gobierno tienen esa experiencia; o por ejemplo, de la experiencia de la dirigencia social, y pasan desde una carrera a ocupar inmediatamente cargos en el gobierno... Es difícil hacer esa misma revisión a mi historia, porque lo que soy se lo debo a todo lo que he tenido que pasar.
Si uno volviera a ser parlamentaria, que no creo que suceda, habiendo pasado por el gobierno tienes muchas más herramientas. Es parte del aprendizaje de la vida y la experiencia que uno va acumulando.
Es difícil entrar en la lógica del arrepentimiento. Dejé varias cosas de lado producto de la dirigencia estudiantil. Todos los días básicamente tenía trabajo que hacer en el ámbito de la representación estudiantil, cosas que estudiar, que preparar, entrevistas que dar, asambleas y ponencias en las cuales exponer. Me tocó dejar mucho de lado, cosas que, en mi generación, estaba aprovechando al máximo, ir de fiesta en fiesta, estudio y carrete. No es que no haya hecho nada de eso, pero era mucho menor. Además tuve a mi hija (Adela, 2013) en el camino. Pero mientras ha ido creciendo, he logrado equilibrar mucho más mi vida a propósito de esta experiencia: combinar de mejor forma mi tarea política con mi vida personal, que es sumamente necesaria para estar con los cinco sentidos bien puestos en la realidad, y necesario también para asumir la tarea política. Todo lo que he vivido es una experiencia para llegar a dónde estoy.
Antes y ahora, con el nivel de exposición que existe hoy día, cualquier mala cuña es fatal, como que te condena. En 2012, recuerdo que nunca se entendió bien lo que quise decir, porque a lo mejor no elaboré demasiado bien la cuña en ese entonces, cuando en un medio (El País) me preguntaron si haría campaña por Michelle Bachelet o llamaría a la estudiantes a votar, y dije jamás haría eso. Y quedó como: “Jamás estaría dispuesta a hacer campaña por Bachelet”. Y tenía mucho que ver con mi rol como dirigenta estudiantil, que no me correspondía hacer eso y en fin... Esas cosas tienden a marcar por mucho tiempo, pero no sé si cabe en el ámbito del “estoy súper arrepentida”.
Nunca se me ha pasado por la cabeza la idea de tener la banda presidencial (ser Presidenta). Además no me gusta para nada hablar de estas cosas teniendo el rol que estoy teniendo en el Gobierno. Por respeto al Gobierno y al Presidente hoy día. Además, mi tarea, y lo que me corresponde, es que soy ministra de Estado, y cuento con la confianza y el apoyo del Presidente para cumplir mi rol.
Un momento difícil fue el primer cambio de gabinete. Siempre me habían dicho que los cambios de gabinete son muy, muy difíciles, gente que tuvo experiencia en otros gobiernos, como “uff, son muy complejos” o “no sabes la cantidad de cosas que pasan antes y no se saben”. Pero vivirlo fue otra cosa a que te lo cuenten. Fue duro. Obviamente lo que sucedió con el plebiscito (triunfo de Rechazo) también fue duro. Pero al final lo más duro, en la política, es lidiar con los egos. Lidiar con la diversidad de egos que existen, no sólo en la política, es un tema general, es realmente la mayor dificultad. Administrar eso, antes que poner en el centro el bien común. Cuando se logra dejar de lado los egos en política y poner en el centro el bien común, se avanza. Pero esos son momentos clave, puntuales. Creo que es lo que más afecta a nivel personal.
Mi mayor satisfacción en política ha sido con el proyecto de las 40 horas, porque es un proyecto que surge muy de la realidad chilena y de los testimonios. Me acuerdo que en La Pintana fui preguntando casa por casa cada vez que iba al distrito: cuál era la realidad de las jornadas laborales de esos vecinos y vecinas, a qué hora salían, y a qué hora llegaban a la casa. Eso como que me conmovió mucho, sentí que era un problema muy central y fundamental en el cómo se ordena nuestra sociedad, y que agobia a muchas personas, y sobre todo también a los niños y niñas, que genera una serie de efectos negativos. Eso obviamente llevó a que lo empujara con mucha persistencia, perseverancia, energía y esfuerzo. Cuando logra salir del Congreso, a pesar de todas las críticas y de que dijeron que era imposible e irresponsable, que se haya logrado fue una tremenda satisfacción, no sólo por el orgullo que genera, sino por lo que irradia en el resto.
Mi balance de este primer año es que hemos tenido que enfrentar, como país y gobierno, muchas dificultades, pero que no ha sido nunca excusa para avanzar, enfrentar de manera decidida tanto la urgencia como las emergencias, estando presentes con la gente y siempre construyendo, desde el ahora, un mejor futuro para nuestro país. Eso en gran parte, creo yo, define el carácter de este Gobierno, que se enfrenta a la dificultades, toma decisiones y puede hacer posible cosas que algunos han dicho que es imposible, como las 40 horas, el salario mínimo y el Copago cero.
Me acuesto muy exhausta. Depende de la época, pero en general me acuesto tarde y muy exhausta. Se duerme bastante bien. Aunque uno desearía tener 40 horas al día para poder funcionar, esa es nuestra dinámica. Nos faltan horas, siempre estiramos el chicle hasta muy tarde para resolver todos los temas. Pero cuando me acuesto, me acuesto lona.
En febrero me casé con Abel Zicavo… De “compañera” pasé a ser “señora”... Nunca me imaginé casada (se ríe). Sólo con él empecé a imaginarme esa posibilidad.
En mis tiempos libres disfruto mucho bailar. Salsa, reggaetón, disco, rock and roll, de todo. Maestrear en la casa, reorganizar espacios. Eso es una terapia para mí. Me logro concentrar solamente en eso y no pensar en la pega.
Cuando chica íbamos con mis padres, de madrugada salíamos de la casa, estaba oscuro. Agarraban la Nissan, de esas camionetas antiguas, ya fuera de serie, y nos íbamos para el Sur o el Norte, a donde nos llevara el destino. Llegamos a lugares que encontramos para acampar. Pero lo mejor era que poníamos un toldo y, acostados, alcanzábamos a ver las estrellas. Los paseos con mi familia, los viajes de aventura con mis padres, escuchando a Joan Manuel Serrat, son de los mejores recuerdos de mi infancia.
Los recuerdos tristes de mi infancia son las muertes de mis mascotas, definitivamente. Tuve de todo, perros, gatos, conejos, patos, pececitos, y un hámster que me duró un día. Eso fue muy triste y frustrante. No sé si fue porque estaba enfermo o que le di un pedacito de zanahoria.
Si no me hubiera dedicado a la política o estudiado geografía, probablemente habría sido artista, o algo relacionado con el arte; no con el canto. Cuando estaba en el colegio me gustaba mucho dibujar y pintar. Habría sido algo con las artes plásticas o el baile.
En la universidad era muy piola, reservada y tímida. Era de aquellos que tenían un grupo de cuatro amigos, piola. ¿Cómo se pasa de eso a ser dirigente estudiantil? No sé. Yo tenía la idea de que entrando a la universidad —y estaba muy cuadrada en que fuera la Universidad de Chile—, iba a entrar a estudiar, pero también a conocer más el mundo y tomar posición política en alguna organización. Quería entrar a participar en algo, en algún colectivo o partido. Fui conociendo ahí la realidad y me empecé a meter por eso en la política universitaria. No sé si parte ahí, pero empieza el camino de la dirigencia estudiantil.
A los 24 años estaba en campaña para el parlamento y estaba embarazada. En ese entonces creía que después de la maternidad y el Congreso iba a tener un momento de descanso. Pero me equivoqué. Todavía no llega… Ahora creo que las cosas son más difíciles de lo que uno cree, pero no son imposibles. A veces uno dice: “Esto va a ser más rápido o fácil, y que es obvio que tenemos la razón”. Pero al final uno se da cuenta de que requiere más esfuerzo, teje y maneje. Los cambios requieren su tiempo y la construcción del engranaje para que funcionen.
Tengo varias referentas. Mireya Baltra, ex ministra del Trabajo (con Salvador Allende). Suplementera, una mujer increíble que me acompañó, además, en el partido; inteligente, grosa y que me acompañó mucho en mi campaña a la diputación en el primer periodo. La Gladys Marín y tantas otras compañeras de ruta que son más anónimas, pero que admiro profundamente.
Me dicen “La Vallejo”, pero los cercanos me dicen “Camila”.
Tengo muchos sueños pendientes para este país, y se vinculan con los personales. Un sueño para mí, realizable, es tener un Estado de Bienestar en nuestro país, y que eso garantice mayores y mejores derechos, que nuestros niños y niñas estén más protegidos, más seguros, tranquilos, que se sientan más libres, que se puedan desarrollar de mejor forma, que tengan esperanza en el futuro, y no incertidumbre, a propósito de los temas medioambientales. Eso engloba bastante lo que yo aspiro para la sociedad, y también para mi hija y entorno.
Una cábala es estudiar, siempre es algo importante. Chequear la información, sobre todo en este trabajo. Y decir que “todo va a estar bien”.
Una frase favorita yo creo que sería “todo va a estar bien” o “Vamos que se puede”.
Tengo una picada, que ya no sé si existe, pero era increíble: la del “Tío Palta” en La Florida: los mejores ases italianos que he comido, honestamente. Estaba en Gerónimo Alderete llegando a Tobalaba. Puede que tenga otro nombre si sigue existiendo. Y una, que fue un descubrimiento en el Congreso, es el “Quillay”, que es una parada que está en la carretera de Valparaíso a Santiago, que vende unas empanadas de queso maravillosas.
El Moscow mule es mi trago favorito. Lo preparo con vodka, lima-limón, menta, ginger beer y hielo, harto hielo.
Me tocó garzonear por mucho tiempo cuando era estudiante. En distintos restoranes, en algunos más explotadores que otros.
Mi primer sueldo no alcanzaba para nada, sólo para el gasto común y corriente... Para moverme, comprar mis cosas, ropa, financiar mi día a día.
Me gustan los asados, es un placer culpable eso sí. Me gustaría ser vegetariana, creo que todos deberíamos avanzar hacia eso. Pero me gusta mucho el asado, lo admito, es un problema.
Algo que extraño y nunca volverá son ciertos momentos de la infancia, porque no es posible volver para atrás. Aunque lo bonito es que a veces me veo reflejada en mi hija, y es como volver a recrear esos momentos que viví yo, pero con ella.
La música que escucho depende del momento, de los periodos. C.Tangana, Shakira, The Beatles, Paul McCartney, los Red Hot Chili Peppers, y de ahí me paso a Dua Lipa y Rosalía. En verdad me gusta la diversidad de música, con algunas excepciones.
Años atrás, en el colegio, con un pololo que era hincha de la “U”, fue la primera vez que fui al estadio, porque ni papá ni mi mamá iban. Quedé impactada con esa euforia, totalmente... No hablemos de resultados, para qué, fue la experiencia. Siempre he tenido simpatía con la “U”, por mis amigos, mi (entonces) pareja y la Universidad de Chile, pero no soy una fanática. Pero lo que sí me gusta mucho es ver a la Selección. Ahí me pongo la camiseta roja, el gorro y me junto a ver el partido. Pero no tengo ni tiempo para seguir a la “U”.
Lloré con Diario de una pasión, siempre me hace llorar. Y otras más: El rey león y Bambi, mucho, terrible, no la sugiero para niños. Coco también.
No creo en el horóscopo, pero si puedo lo leo. Soy tauro. Me divierte mirarlo.
Me gustaría tener el superpoder de teletransportarme. Estar en la pega y directo a mi casa. Si tengo que ir a una región a una inauguración, aparecer allá.
Tengo un problema con el tema del descanso. En general, no puedo descansar, hacer una pausa. A menos que sea lo noche y llego a tumbarme. Tengo que estar pendiente de la pega, de que hay cosas que resolver, en fin. Me cuesta mucho, si tengo un domingo libre, descansar. Una técnica que tengo para desconectarme es ordenar la casa. Y cuando estoy con mi hija lo logro más.
Si tuviera que invitar a tres personas a un asado, sí o sí, uno sería alguien que está vivo y presente: Pedro Pascal, sin lugar a dudas, porque creo que sería un buen momento para compartir y reírse... hasta bailar, porque baila bien. Estaba pensando también traer al presente a “Carlitos” Marx, y conversar de la contingencia, la política y las redes sociales. Y tengo dos opciones de mujer: Frida Kahlo o Cleopatra, que sería bacán conversar de política con ella.
Camila Vallejo es una mujer muy trabajadora, muy perseverante. Me gusta el desafío de resolver conflictos. Soy comunista. Me gusta mucho y disfruto mucho trabajar por hacer de este país un país mejor y más feliz; es lo que me permite sobrevivir en política, tener esa convicción. Soy madre también; amante de mi hija, la encuentro el ser más maravilloso que hay en el planeta, increíble, genial, la admiro muchísimo; estoy fascinada con ella. Y no sé, eso.