La Firme con Roberto Márquez: “El exilio es el reemplazo de que te metan en una cárcel o en un campo de concentración”

"El 11 de septiembre lo vivimos de una manera muy directa", relató el cantante a La Cuarta. Foto: Bastián Escalona.

A cincuenta años del Golpe de Estado que inició la Dictadura militar en Chile, Roberto Márquez, vocalista del grupo Illapu, exiliado político, recuerda el día más negro de nuestra historia y lo que vino después. Aquí, en un especial de La Cuarta, cuenta cómo fue ser expulsado de su propio país, define al Presidente Salvador Allende y sincera que fue una irresponsabilidad componer algunas canciones por los riesgos que eso conllevaba.

Dicen que cada chileno carga en su memoria, y para siempre, lo que les tocó acatar a partir del martes 11 de septiembre de 1973. En su cabeza puede fallar el detalle, pero no el hecho. Por eso permanecen frescas algunas imágenes. El relato de la radio o de la televisión. Los toques de queda. Los gritos desesperados, los gritos ahogados, el sonido de las balas incrustándose donde fuera, militares y otros tipos agotando sus cargadores. Los que se vieron obligados a abandonar sus casas, sus vidas. Los cuerpos. En resumidas cuentas, la incredulidad o acaso el terror en torno a una historia que jamás creyeron posible.

Para entonces, Roberto Márquez tenía poco menos de veintidós años y dirigía junto a sus hermanos, desde hace un tiempo, el grupo Illapu. Unos meses antes, de hecho, se habían presentado en el Festival de Viña. Al rescate de instrumentos, melodías y letras estrechamente vinculadas a la cultura andina, se perfilaban desde ya como una banda a tener en cuenta. Al poco andar, su versión de “El Candombe para José” confirmó esas expectativas y les permitió alcanzar otro estatus. Pero eso también les jugó en contra: comprometidos con las víctimas de Derechos Humanos, subiéndose a escenarios que la Dictadura despreciaba, los prohibieron.

Primero los sacaron de televisión y luego interrumpieron algunos de sus conciertos. En rigor, allanaron el camino para que, más tarde, en octubre de 1981 al regresar de una gira por Europa, les hicieran saber que no podían ingresar al país. Los expulsaron.

A cincuenta años del Golpe de Estado, Roberto, ahora percibido emblema del cancionero popular nacional, cuenta aquí cómo vivieron él y sus hermanos, sus colegas, todo ese proceso. Lo que guarda de ese día, los riesgos de cantar en contra de los militares y la tristeza del exilio, algo que define como “una gran cárcel donde no puedes entrar adonde está tu familia, tu historia”. Y por cierto, también habla de los homenajes que como grupo han llevado adelante para que no exista el olvido.

La firme con Roberto Márquez

El 11 de septiembre lo vivimos de una manera muy directa. Con José Miguel, Andrés y Jaime (Márquez, sus hermanos). Compartía con ellos en una pensión. Vivíamos en la calle San Ignacio, como en la tercera cuadra, frente al Instituto Cartográfico del Ejército, ahí quedaba la pensión. Estábamos en el segundo piso y nuestra ventana daba precisamente hacia los patios del Instituto Cartográfico. Los podíamos ver. Entonces, cuando empieza el golpe, nos despierta la gente de la pensión, prendemos la televisión, porque nos dicen que está sucediendo esto. Y empezamos a ver todo, los bandos que se están sucediendo. Y mirando de la ventana nuestra hacia el frente, al Instituto, empezamos a ver cómo se está deteniendo gente, la cual se está dejando en el patio, boca abajo, con las manos detrás. Y vamos viendo cómo se va llenando de gente que detienen y que la están poniendo ahí. Hay mucho movimiento enfrente, y en el intertanto, estamos escuchando los disparos, lo que está pasando en La Moneda. Estábamos como a seis o siete cuadras de La Moneda. Estamos escuchando todo eso, de una forma muy directa. Cuando viene el bombardeo es algo que está ahí, al lado, lo sentimos muy cercano. Es un día terrible. Nos vamos enterando de lo que está sucediendo con mucha de nuestra gente.

En ese momento, estamos a ocho o diez cuadras del sello DICAP, que quedaba en Sazié con Manuel Rodríguez. Y Jaime tiene la locura de ir. Se va caminando desde la pensión hasta el sello. Nosotros en el estudio B ensayábamos, en DICAP nos habían cedido el estudio para que estuviéramos ahí... y a Jaime se le ocurre ir sobre todo para rescatar nuestros instrumentos. Se trae los instrumentos que son más preciados para nosotros: los charangos, las zampoñas, las quenas, instrumentos muy difíciles de conseguir en ese tiempo y que traíamos de Bolivia. Él se viene con la caja grande de las cañas y los dos charangos. Imagínate, caminando por la calle en ese momento en que está sucediendo todo. Fue una cuestión muy arriesgada. Después nosotros lo conversábamos, que lo pudieron haber confundido. Que con qué estaba en esa gran maleta negra de las cañas, quizás creyendo que estaba trasladando armas o cualquier cosa, ¿te fijas?

Andrés sale en ese momento, se va de la pensión, se va a la Gran Avenida donde tiene a sus amigos, vínculos con organizaciones políticas. Se pasó dos o tres días sin que nosotros supiéramos de él. Con Jaime y José Miguel nos quedamos en la casa. En ese momento, Juanita, mi compañera, no estaba. Yo ya vivía con ella. Entonces trato de comunicarme, ella estaba en la casa de una amiga en El Salto, en Recoleta. Finalmente podemos juntarnos después, cuando se abre lo del toque de queda, eso tiene que ser el día 12 o 13 de septiembre. Nos juntamos con Juanita, viene a la pensión, y en ese momento salimos al centro. El toque de queda se amplía hasta las seis de la tarde, así que por fin podemos juntarnos, nos vamos caminando. Y ahí vemos La Moneda incendiada. Damos una vuelta, vamos hasta la Plaza de Armas, hacemos un caminar por un montón de lugares. Vemos de repente los edificios donde están las balas, los hoyos de las balas, trozos de carne... Fue muy macabro ese recorrido.

Después, estamos en el Portal Fernández Concha, comimos algo ahí, hora de almuerzo, nos habíamos juntado a las once de la mañana. Y cuando estamos ahí, empieza a haber una balacera: hay unos francotiradores en la Catedral, en la cúpula, arriba, tres personas disparando. Y abajo, en la Plaza de Armas, hay milicos disparándoles hacia arriba. Eso dura mucho rato. Un fuego cruzado, está todo el mundo guareciéndose en distintos lugares, hasta que llega un helicóptero artillado que empieza a disparar a la cúpula a los tipos, hasta que los matan. Eran tres o cuatro que estaban instalados ahí.

Vivimos muy de cerca lo terrible que fue el Golpe, porque creo que en el centro de Santiago, y como en muchas otras barriadas, en los cordones industriales también, fue una guerra prácticamente en un comienzo. Pero en el centro, que es donde viene el bombardeo, donde se vivieron situaciones en edificios que eran gubernamentales también, nosotros lo vivimos muy a flor de piel.

Foto de archivo de la agrupación.

La dictadura

Hacer canciones en contra de la Dictadura fue una cuestión absolutamente irresponsable. Éramos muy jóvenes y los jóvenes son arriesgados. Y de repente son riesgos que tú no mides. Teníamos detrás una causa que defendíamos, sentíamos que la Dictadura era algo que nos había obligado a vivir una realidad que nuestro pueblo no quería, y por eso es tan sangriento. Pero en el caso nuestro, eso va desarrollándose de a poco. Nosotros, en octubre, a la vez de empezar a vivir la realidad de la Dictadura, que es cuando mis hermanos —Jaime y José Miguel— se van a Antofagasta, yo me quedo en Santiago con Juanita. Y con algunos de los Quilmay —Carlos y Luis Enrique Elgueta y Mario Fontana—, junto con Osvaldo Torres, Andrés Márquez, nos empezamos a reunir en una casa ahí en la Gran Avenida. Conseguimos una grabadora, porque habíamos tenido contacto con gente que quería saber qué estaba pasando en Chile, qué pasaba a nivel de los músicos, ya había pasado lo de Víctor Jara... nos juntamos ahí, Juanita consigue la grabadora de muy buen nivel, y nos ponemos a hacer canciones. En ese momento, en octubre de 1973, Osvaldo hace la polca que habla de los cuatro generales golpistas; Carlos hace una canción que es de una pareja, donde también son dos jóvenes militantes y hace un relato mezclado de amor y revolución, como dirían hoy los Villa Cariño; y yo compongo una canción que se llama “General de la traición”, que nunca la hemos cantado los Illapu. Osvaldo está ahora en un plan de reeditar algunas de esas canciones. Las grabamos, deben ser cinco o seis canciones más menos, y la idea era que las sacaran en ese momento al exilio. Había la posibilidad de llevarlas a Italia y eso se diera a conocer. Nunca supimos en realidad qué pasó con ese material. Sabemos que algo de eso salió a través de la Radio Moscú. Pero fue irresponsable. Cuando había gente que, por mucho menos, hoy son desaparecidos, gente que pasó por campos de concentración, nosotros estábamos haciendo eso. Es una cuestión que también tiene que ver con la irresponsabilidad de la juventud, pero también por las ganas de decir, de gritar lo que estábamos viviendo.

El “Candombe para José” fue más menos como sonó hace un tiempo el “Despacito”. Reiniciamos la actividad nosotros, los Illapu, a fines del año 74, comienzos del 75. Nosotros nos juntamos en el Tambo Atacameño, en Antofagasta, y volvimos a tocar de nuevo instrumentos que estaban prohibidos en los albores de la Dictadura. Las quenas, las zampoñas, los sonidos que olieran a Nueva Canción. Ahí editamos un disco que lo editó aquí el sello Arena, a través de Camilo Fernández. Después de eso, editamos un disco que es Despedida del pueblo. Nosotros habíamos estado en Argentina, patiperreando en Salta, Jujuy, tocando en las peñas, llegamos incluso a Buenos Aires. Y ahí conocimos una canción que se llamaba “Candombe para José”, lo sacamos nosotros en el disco y el tema se hace muy popular. Tú lo escuchabas todo el día en la radio. Nos permitió volver a la televisión, que nos contrataran en los festivales. Los Illapu pasamos de estar en la plena clandestinidad a ser un grupo muy conocido en Chile el año 76. Y empezamos una actividad donde las cosas empiezan a funcionar de otra manera, hacemos conciertos, incluso Canal 7 (TVN) nos contrata para ir programas muy sonados. Pero eso de a poco va también cortándose.

En la medida de que empezamos una actividad anti-Dictadura, nos empiezan a sacar de a poco de todo lo que es oficial. Cuando nos hicimos populares, las agrupaciones que están haciendo contracultura también querían que los Illapu estuviéramos ahí. Empezamos a tocar en bolsas de cesantes, en actividades que se hacían por los comedores infantiles. Piensa tú la cesantía que había en ese momento. Nos vinculamos a la Vicaría de la Solidaridad. A la agrupación de Detenidos Desaparecidos. Y nos empezaron a sacar. La televisión es lo primero: a fines del año 76 nos sacan de la televisión. Quisimos volver a algún programa y nos dijeron que no, que no nos pueden contratar, que estamos prohibidos. Hicimos alguna actividad, de a poco, en el canal de la Universidad de Chile, que era en ese momento Chilevisión, en Canal 13. Pero a mediados del año 77 nosotros ya estábamos prohibidos, no nos contrataban en los festivales que tenían vínculos con los municipios. Tuvimos que empezar a hacer nuestra propia autoproducción, porque como éramos conocidos podíamos hacer conciertos. En el teatro Gran Palace, en el Caupolicán, pequeñas giras. Aunque no teníamos apoyo, seguíamos funcionando.

Illapu en la Vicaría de la Solidaridad.

El ‘79 la represión sobre nosotros se hizo mucho más fuerte. El año 78 salimos a una gira a Europa, estuvimos como dos meses entre Canadá y Europa, y cuando volvimos todo cambió. En un momento me allanaron la casa. En otros momentos, en los conciertos mismos detenían gente para amedrentarnos. Empezaron a allanarnos nuestros camarines antes del concierto, porque supuestamente habían dado aviso de que había bombas. Una vez desocuparon un teatro en Valparaíso, en la Universidad Católica. Llegó Carabineros, desalojó la sala, no nos detuvieron pero pararon el concierto. La persecución fue cada vez más directa, hasta que cuando volvíamos el año 81, después de una gira muy larga en Europa, el 7 de octubre nos expulsan. Nos detienen y nos expulsan. Ése es el resultado de la represión que empezó soterradamente a fines del año 76. A mediados del 77, nosotros empezamos a ser perseguidos pero la gente no se daba cuenta. Para mucha gente, nosotros no queríamos ir a la televisión porque no nos gustaba, y no salíamos en los medios, pero seguíamos haciendo actividad. Y la opción que les quedó de librarse de los Illapu, que estábamos haciendo una actividad fuerte en Chile, fue expulsarnos. Con todo el costo que eso significó: fue un tremendo escándalo, con titulares en los diarios. La prensa en el mundo también contó de lo que había pasado.

Nosotros nos iniciamos empujados por todo lo que pasaba con la Nueva Canción chilena, con el proyecto de Allende. Surgimos en pleno ascenso de la Unidad Popular. En el año 73 nosotros tocamos en el Festival de Viña del Mar. Fue nuestra primera vez y fue un festival que tuvo de dulce y agraz, porque hubo mucho escándalo. Estaban Los Quincheros por un lado, los Quilapayún, y se dio una guerra bien fuerte ahí. Nosotros participamos en ese festival, y después viene la Dictadura, nosotros seguimos funcionando bajo la Dictadura, nos expulsan, vivimos exilio y volvemos después del exilio a seguir este camino al lado de nuestro pueblo. Y seguimos acá.

El exilio es el reemplazo de que te metan en una cárcel o en un campo de concentración. Hay mucha gente que se suicidó en el exilio. Es la pena del extrañamiento, donde la idea es, en el caso nuestro, sacarte de donde tú estás, los motivos de tu canto, desarraigarte. Nosotros pudimos seguir haciendo música, seguir viviendo del oficio que teníamos. Pero para un abogado que sale al exilio, para alguien que tiene otro trabajo... para gente que muchas veces los sacaron de sus lugares de trabajo, de cualquier tipo, y los pusieron en un avión para expulsarlos del país, empezar a vivir esa realidad es terrible. Hay muchos que no fueron capaces de soportar vivir en un país donde no hablas la lengua, donde eres discriminado, donde eres un poco un apátrida. Porque, claro, cuando a nosotros nos expulsaron de Chile, la primera cosa es que tú no tienes un pasaporte para viajar, no eres chileno, eres apátrida. Nosotros tuvimos un pasaporte de las Naciones Unidas, y con él podíamos viajar, movernos por el mundo, excepto ir a nuestro país. O sea, estás en una gran cárcel donde no puedes entrar adonde está tu familia, tu historia, en el caso nuestro tus motivos de cantar. Es una situación terrible. Sabemos que la nuestra no es la peor; hay gente que lo pasó muy mal, gente que no lo pudo soportar y gente que vivió momentos difíciles. Tenemos amigas nuestras, que conocimos antes del Golpe, y casos de amigos que se suicidaron.

La banda en una presentación antes del exilio.

Salvador Allende es un líder señero, que quiso hacer un camino distinto para su pueblo. Él buscó, desde el gobierno, conquistado vía el voto universal, hacer una revolución distinta, hacer un país distinto donde los bienes llegaran, ojalá, a la mayor cantidad de gente. Hacer un país donde la repartición de la riqueza fuera distinta, un país que pudiera disponer de sus riquezas naturales y, así, pudiésemos vivir una vida mejor todos. Era buscar una mejor vida para el colectivo. Salvador Allende fue un líder señero, que tuvo el sueño que no pudimos cumplir. Pero creo que, desde ahí, se pudo haber buscado un camino distinto para hacer más vivible nuestros países en el tercer mundo.

Realidades como las que Allende buscaba son realidades que viven hoy países en Escandinavia. Experimentos que son parecidos a los que quiso llevar adelante Salvador Allende. La realidad de esos pueblos es distinta, primero, porque está repartida de una manera diferente la riqueza. Los trabajos son remunerados en la medida que deben ser. Allá un oficio como el profesorado, que en Chile es tan vilipendiado, tan maltratado, es un trabajo considerado al mejor nivel. Porque es un trabajo de formación. El profesor en Chile, imagínate el lugar que tiene, en cambio en estos países la enseñanza es vista como primordial.

Jorge González lo retrató tan bien en “El baile de los que sobran”. En Chile la enseñanza está absolutamente segregada: hay colegios donde estudian los que van a ser los gerentes y los que van a llevar las riendas del país. Y colegios donde estudia la mano de obra barata. Aquí, la enseñanza es lo último que se considera. Ésa es la realidad de nuestros países, y Salvador Allende quiso cambiar ese sino tan fatal que tenemos.

En Chile, antes que Allende asumiera, ya había un complot que se gestó desde Estados Unidos. Ellos complotaron para que el experimento que se quería llevar adelante con la Unidad Popular no resultara. O sea, si no resultó, mucho de eso tiene que ver con que había gente que estaba buscando la forma de hacer invivible nuestro país. Lo dijo Nixon: Hay que hacer gritar a la economía chilena, y que los chilenos mismos pidan que se vaya Allende. Y eso es lo que hicieron. Entonces, cuando hoy la realidad que se pinta es tan distinta, pienso que el experimento que Salvador Allende quiso llevar adelante, de una revolución hecha a partir de los votos y con un pueblo detrás, no fue posible porque había intereses económicos que estuvieron poniendo piedras en el camino desde el primer día.

Es importante que no haya olvido porque lo que buscamos es no repetir los errores del pasado. Y uno de los errores del pasado es el hecho de que se repita el negacionismo. El negacionismo de hoy, antes también se hacía: durante la Unidad Popular, a través de los medios de comunicación, se mentía, se subrayaba lo malo, no se mostraba lo bueno que se estaba haciendo. Mientras, había gente que estaba buscando cómo hacer caer al gobierno que se había elegido. Y hoy el negacionismo tiene muchas más herramientas todavía. Tiene las redes sociales, que se utilizan para mentir, para negar esta realidad. Por eso, yo creo que la mejor forma de anteponerse al negacionismo son los sitios de memoria, donde están las cosas que realmente sucedieron. Esos lugares están ahí para gritarlo al mundo: para decir que esas realidades sí se vivieron.

Para reconciliarnos lo que hace falta realmente es verdad, justicia y, sobre todo, reconocer lo que se hizo. Para que haya reconciliación hace falta sentarse con la cara despejada y hablar realmente de lo que uno piensa, de lo que cada uno hizo o lo que hicieron sus padres, sus abuelos. Conversarlo, planteárnoslo. No todos pensamos lo mismo, pero podemos convivir. Lo que hay que buscar es eso: la convivencia. Y hay que reconocer, porque hasta hoy se sigue negando una realidad que está ahí, que es patente. Yo creo que hay formas de buscar caminos que nos permitan vivir como pueblo, compartiendo tanto los intereses comunes como las diferencias, pero esas diferencias zanjarlas en forma civilizada. A eso hay que apuntar.

Diversas actividades ha realizado Illapu durante las últimas semanas. Foto: Bastián Escalona.

Homenajes a 50 años del Golpe

Decidimos hacer el video de “Aunque los pasos toquen”, de José Miguel con el poema Siempre de Pablo Neruda, como homenaje a las víctimas. La idea nuestra fue hacerlo desde los sitios de memoria, porque sentimos que hoy día, cuando el negacionismo campea fuertemente en nuestro país, es tan importante mostrar los lugares donde se cometieron estas atrocidades. Porque ellos son testigos de las situaciones que vivimos. Son difíciles de desmentir, cuando hay lugares donde pasaron las cosas que pasaron. Pisagua, por ejemplo... al comienzo del video, está la fosa de Pisagua. Todos sabemos lo que pasó ahí, cuando se negaba absolutamente a los desaparecidos y en un momento se abre esta fosa y aparecen los cuerpos amarrados de gente que fue fusilada en la clandestinidad. Fue el mejor desmentido frente a todo lo que se decía, que los desaparecidos no existían. Desde esa perspectiva hicimos este video.

Además de Pisagua, estuvimos en el Estadio Nacional, que también fue un campo de concentración. Mostramos los lugares donde estuvieron detenidos tanto los varones como las mujeres, el velódromo donde se torturaba. Estuvimos en Villa Grimaldi, en el Patio 29 donde se enterraron clandestinamente a las víctimas, muchos de los desaparecidos también que se llevaron ahí. Mostramos los distintos memoriales. Y ojo, no son todos: elegimos a los cuales podíamos llegar en ese momento, pero en realidad, si hubiésemos podido, el recorrido es mucho más amplio.

La idea era golpear fuertemente las conciencias nuestras. Ahora que se ha instalado la mentira a través de los medios, en Internet en las distintas plataformas con las fake news, que es la mentira instalada a través de repetirla. Es algo que viene desde el régimen nazi. Ésa fue una política de mentir, mentir y mentir, y finalmente logran instalar la mentira. Por eso fue que nosotros decidimos hacer esto. Es nuestro aporte a nuestro pueblo. Sobre todo, cuando cuesta tanto hoy día encontrar la forma de realmente informarse. Pienso en los jóvenes, en las dueñas de casa que están todo el día frente a la televisión, con una televisión que está al servicio muchas veces de esta política de mentir. Por eso quisimos hacer de esta forma el video de “Aunque los pasos toquen”.

Para nosotros, los Illapu, tiene una enorme significación aportar desde el arte. Desde siempre lo hemos dicho: la canción es un vehículo tan importante para reflexionar. Para divertirse también, pero también para la reflexión. Una buena poesía con una buena textura musical siempre va a tener una llegada mucho mejor, en forma mucho más amigable, amorosa, de acercar realidades que muchas veces son terribles. Cuando tú escuchas “Aunque los pasos toquen”, que musicalmente es una hermosa canción que hizo José Miguel con un poema dolorosamente hermoso de Pablo Neruda, ésa es una forma de poner a la canción al servicio de la información, al servicio de buscar comunicar. Desde ahí es donde nosotros, en alguna medida, hemos hecho, nos hemos planteado siempre la canción.

Kiko, hermano de Carlos (Elgueta, miembro de la banda), es un desaparecido. Carlos y su familia han vivido esta realidad desde el año 76, cuando Kiko (Luis Enrique Elgueta) fue detenido en Argentina, en Buenos Aires, por la Operación Cóndor. Kiko estaba viviendo en Argentina, fue detenido junto con su compañera, con la hermana de su compañera. Su familia ha vivido ese drama desde ese minuto, y eso ha convivido con nosotros desde siempre. Kiko, piensa que es un músico como yo, como cualquiera de los Illapu, que se inició en Chile en un grupo como el Quilmay. Lo conocimos en el año 72 en Calama, cuando ellos fueron invitados al Festival de Calama y nosotros estábamos participando. Nos hicimos amigos, y hoy día convivir con esa realidad es nada más que sacarla a la luz, pero es algo con lo que vivimos desde siempre. Y claro, quisimos que eso fuera muy patente, que Carlos mostrara la imagen de su hermano, de Kiko, en el video. Esa cercanía que tenemos con esa terrible realidad que nos tocó vivir como país, está ahí, a nuestro lado, como le pasa a muchas familias que viven ese mismo drama.

La banda celebrando con una presentación su regreso al país.

Vamos a estar en muchos actos, porque sentimos que ese camino es la mejor forma de anteponer la realidad al negacionismo. El jueves estuve en la mañana en la UTEM, ellos están participando de un proyecto en el que ponen la tecnología 3D para que alguien que no tiene la posibilidad de venir a Santiago, pueda, en el computador, visitar Villa Grimaldi, los sitios de memoria. Eso se inauguró al mediodía del jueves y después viajé a Antofagasta, a la cárcel pública, para hacer un acto con las agrupaciones de Detenidos Desaparecidos, de presos, las agrupaciones de Derechos Humanos. Fue un acto hermoso. En el Estadio Nacional se ha hecho una velatón desde el golpe, eso fue de a poco desarrollándose, y ahora va a ser un poco más grande porque se están cumpliendo 50 años. Pero es una cosa que se está haciendo cada año, como muchos otros actos que se hacen cada año, que conmemoran, que recuerdan a los nuestros.

Vamos a hacer nuestra primera gira en Europa después de muchos años. En Francia nosotros vivimos en una barriada, en una de las ciudades satélites que están alrededor de París. En Fontenay-sous-Bois vivió el Illapu cuando nos expulsaron de Chile. Y desde el año 86 que no volvemos a ese lugar donde vamos a tocar. Va a ser el inicio de la gira, y también tiene el sentido de agradecer todo el apoyo que tuvo el mundo con los perseguidos de Chile. El gran exilio se repartió por distintos países que acogieron a los expulsados de Chile, que les dieron un lugar. Muchos chilenos se quedaron viviendo en el exilio cuando sus hijos empezaron a hacer una vida ahí. Nosotros, creo, también estamos haciendo el camino de vuelta. Vamos a ir a reencontrarnos nuevamente con lugares donde estuvimos desde el año 81.

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