El epicentro del terremoto aún no se recupera de la tragedia: el dolor de su gente y la infraestructura a medio terminar así lo confirman. Los habitantes de pueblo recuerdan a sus muertos, sus dolores y el ruido infernal del movimiento de tierra.
En la costa de la Región de Ñuble, en la provincia de Itata y a cien kilómetros de Chillán, se encuentra Cobquecura, un pueblo que destaca por tener cincuenta y dos kilómetros de costa abierta y una población de no más de seis mil habitantes, en donde el 75% habita en la zona rural. La madrugada del 27 de febrero de 2010, el lugar se convirtió en el epicentro de uno de los terremotos más grandes de la historia. A pesar de que su gente se puso de pie, aún quedan rastros de la destrucción que dejó el movimiento telúrico 8.8, que dejó en el suelo a la ciudad lobina.
Caminar por sus calles, a diez años de la tragedia, es revivir la incertidumbre que miles de chilenos vivieron los días posteriores al gran sismo. Su gente recuerda con dolor esa noche y los días posteriores. Aquel verano de 2010 terminó de la peor forma posible y las huellas de ese desastre no las borran los trabajos inconclusos de reconstrucción que se realizan hasta hoy en la zona.
"Hemos podido reconstruir todo el casco histórico, catorce hectáreas más o menos. Quedaron terrenos por construir y cosas pendientes. La costanera, que está en frente a la playa La Roquería, quedó pendiente, tal como la ampliación de la misma. Hubo un puente que tampoco se solucionó de forma definitiva, se reconstruyó en iguales condiciones que estaba anteriormente, de madera", comentó Julio Fuentes Alarcón, alcalde de la comuna.
Lejos de los trabajos que aún se realizan, una reconstrucción que ha sido más difícil de desarrollar es la que involucra al corazón del pueblo de Cobquecura. Su gente aún llora a los fallecidos y el recuerdo del terremoto sigue más que latente.
Edith Recabal y el recuerdo de su tío que murió en la tragedia
Cada uno de los habitantes de Cobquecura tiene su propia historia y vivencia con la madrugada del 27 de febrero. Algunos perdieron todos sus bienes materiales y les duele. Sin embargo, el dolor más terrible lo viven aquellos que vieron partir a sus seres queridos. "El sector en donde yo vivo es una población, se derrumbó completa, quedaron solo 4 casas paradas, más no quedaron, y dentro de las casas que se cayeron murieron personas, entre ellos, murió un tío de nosotros y no, es terrible, a pesar de que han pasado 10 años de aquel terremoto, todavía duele mucho recordar, es un recuerdo intacto, no se pierde memoria de lo que se vivió en ese minuto, totalmente terrible", comentó Edith Recabal, vecina que no puede borrar la fatídica noche de febrero del 2010.
Alicia Moreno y el ruido infernal de la Tierra: "Fue terrible"
La ciudad de Cobquecura fue el epicentro del terremoto. La tierra se movió solo a 30 kilómetros de profundidad, lo que provocó un sonido que los habitantes aún no olvidan. Muchos pensaron que la existencia de la humanidad se terminaba esa noche.
"Entre Cobquecura y Chirigüe el camino se abrió completamente, los vehículos cayeron, pero yo afortunadamente alcancé a pasar. Las casas estaban destrozadas, llenas de polvo, ya que era todo de adobe. Sentí un ruido tan inmenso cuando cayó la casa de la esquina de la plaza, fue muy potente, pero lo más impresionante fue el ruido. Con mi familia teníamos el temor de que el mar se saliera, la gente subía al Cerro el Calvario, era realmente triste ver cómo la gente se asustaba", comentó Alicia Moreno, mientras mira al Océano Pacífico.
Mauricio Gaete vivió en el epicentro del dolor
Con el fuerte sol pegando sobre las cabezas, en un día que invita a disfrutar las bondades de la costa de Ñuble, Mauricio Gaete recuerda aquella noche que puso a su ciudad en el centro de la noticia. El dolor aún no se va, seguirá para siempre, pero ya puede hablar sin miedo de la noche infernal.
"Nunca esperamos un terremoto de esa magnitud. Con mi familia tuvimos que ir a los cerros, las calles se abrieron, las casas de adobe cayeron todas. Pude ver con mis propios ojos la destrucción y gracias a Dios, en mi familia, no hubo víctimas. En esta calle, Grumete Cortez con Avenida Independencia fue el epicentro de la historia que nos golpeó, pero nos supimos levantar con ayuda de las autoridades", comentó el hombre.