La temporada 1999-2000, la Lazio sumaba 25 años sin vueltas olímpicas, y la desesperación de los romanos estaba al límite.
El cornetismo ya era mucho, por lo mismo el equipo que en ese entonces dirigía el cochinón Sven Goran Ericksson, decidió ir con tutti y armarse hasta los dientes.
Fue ahí cuando los romanos pusieron sus ojos sobre José Marcelo Salas, un "shileeeno" que hacía goles en River, y que venía de hacer historia en el Mundial de Francia 98.
Ídolo
La apuesta resultó a la perfección: la Lazio se quedó con el Scudetto y el Matador pasó a la historia de un club que aún le rinde culto.
Así al menos quedó claro ayer en Roma, donde en compañía de sus hijas Salas visitó al plantel de la Lazio, encontrándose con viejos conocidos como Ángelo Peruzzi, Simone Inzaghi y el águila Olimpia, símbolo del club al que ayer agarró de las alas y el pico.
"Volver aquí me emociona mucho, han pasado muchos años. Vi a mis ex compañeros y me dio mucho gusto encontrarlos. Me sentí muy bien, estoy feliz y emocionado. Cuando pasa mucho tiempo y te abren de nuevo la puertas como ha ocurrido hoy (ayer), sólo tengo que agradecer a todos", soltó el Matador.