La ley del hampa condenó a El Nápoli

Tras descubrir en 2012 que su pareja le fue infiel con su mejor amigo mientras él cumplía condena en la cárcel, Víctor Águila Nápoli se vió "obligado" por los códigos delictuales a asesinar de un tiro a Rubén Villagra. Tras quemar y desmembrar su cuerpo en Cañete, cumplió un antiguo pacto con su ex socio: se hizo una pipa con uno de sus huesos.

El submundo canero tienen tantas mañas como códigos, por eso Víctor Águila Nápoli (20) suda helado y pone los ojos en blanco mientras apunta con su revolver calibre 22 a la cabeza de su amigo de toda la vida, Rubén Villagra (24).

Hace pocos minutos, en el living de la casa que ambos comparten en Cañete, Verónica Aguilera, pareja de quien es conocido en el ámbito delictual como "El Nápoli", había cerrado una noche de pasta base y copetes baratos con una confesión considerada pecado entre quienes conviven tras las rejas: había tenido un desliz con su partner mientras él cumplía condena.

La celebración de esa noche entre el 9 y 10 de julio de 2012 por el regreso a las calles del errático bandido, que desde pequeño caía regularmente preso, terminó de la peor forma. A Víctor le dio lo mismo que Rubén se hubiese ido a su habitación hace más de una hora, y en pésimas condiciones.

Desde chicos que se conocían así, consumidos por la delincuencia, los bajativos y la pasta base, hasta el punto de prometerse que si uno de ellos moría primero, el otro se haría una pipa con unos de los huesos del difunto, para seguir fumando juntos.

Ambos se habían criado bajo la "ley del hampa", algo así como el reglamento interno de los delincuentes, y por eso "El Nápoli" cerró los ojos antes de disparar.

Sabía que no podía dejar pasar una afrenta de ese tipo, aunque tal vez sintiera más cariño por su amigo que por su pareja de entonces. Recostado, Villagra sólo alcanzó a frivolizar la acusación de Águila. Nunca pensó que realmente apretaría el gatillo.

El efecto del disparo fue brutal. Tanto que al volver a la sala, la primera pregunta que Víctor le hizo a Verónica fue si estaba cubierto de sangre o de sesos. Desde su punto de vista, ya había dado el paso más difícil y ahora sólo quedaba ponerse frío, algo que para él era habitual.

Asesorado por un mafioso carpintero local, "El Nápoli" entendió que debía "reducir" a su ex amigo y ni la señora más copuchenta del barrio sospechó cuando el común sonido de una galletera eléctrica interrumpió la mañana.

En un acto macabro, que fue fotografiado y grabado por Verónica para dejar registro de que al Nápoli nadie "le come la color", Víctor quemó y descuartizó a Rubén para luego introducirlo en una maleta, perdonando sólo al dedo mayor de la mano derecha.

Antes, le pidió su pareja que lo fotografiara cual narco tomando la desprendida cabeza de Villagra, y "mordiendo" una de sus extremidades usando un gorro de chef.

Esa misma noche "peló" el dedo que había guardado y pese a todo cumplió con el acuerdo: convirtió el hueso en pipa para fumar pasta base. Luego salió de la casa para repartir el cuerpo en zonas baldías de la ciudad.

Tras eso agarró sus cosas y se fue junto a su pareja a Osorno, donde le daría refugio otro "amigo", Hernán Yáñez Cárdenas (43), quien a los pocos días también fue asesinado por Águila Nápoli, esta vez de un disparo en la nuca, tras un supuesto lío sexual.

Dos crímenes en cuestión de semanas que, tras unos días, terminaron por quebrar a Verónica Aguilera, quien confesó solita su presencia en ambos delitos, justo cuando por otra arista Carabineros le seguía la huella a un cadáver desmembrado aparecido en Cañete gracias a un perro que jugaba con su cráneo.

Igual de rápido fue el desenlace. Como buena pareja de ladrones, la policía no tardó en ligar al occiso con su ex cómplice, quien al ser detenido además portaba las pertenencias de otro delincuente denunciado como perdido en Osorno. Las fotografías y videos del crimen encontrados en la tarjeta de memoria de un teléfono terminaron de relatar la historia.

Víctor Águila fue condenado a 20 años de prisión por el crimen agravado de Rubén Villagara, y a 12 años más por el asesinato de Hernán Yáñez. En tanto, Verónica Aguilera ya tendría una nueva vida, luego de pasar 3 años tras las rejas en calidad de encubridora.

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