Esta semana les quiero hablar de algo que me pasó hace algunos días. Una señora, de 86 años y que participó en mi última aventura que lleva el nombre de esta columna, me dijo al terminar un taller: "Ojalá Pili que la muerte me encuentre siendo lo más yo posible".
Esa frase, que es como un ícono de mi nuevo libro, es un deseo que debiéramos tener todos en lo más profundo de nuestro corazón y que no sólo se quede ahí, sino que se ejecute en un trabajo personal diario que nos acerque a nuestra mejor versión en todo el sentido de la palabra.
Trabajar en este camino implica tener momentos de silencio para mirarnos, romper y preguntarnos por los mandatos que gobiernan nuestra vida y que nos limitan, evaluar cómo está nuestra expresión de emociones y analizar todas aquellas situaciones que nos quitan paz .
Quizás todo se resume en la palabra conciencia, y sobre todo conciencia de presente, de estar donde estamos y no con el cuerpo en un lado y la cabeza y el corazón en otro.
Este es un camino hermoso que yo he empezado a caminar después de mucho dolor y aprendizaje. Un viaje que espero haya dejado huella en mi alma, para ir todos los días acercándome a mi mejor versión.
Además de invitarlos a leer mi más reciente caminata, quiero desearles que seamos capaces de ganarle a los miedos, las culpas y todas aquellas cosas que igual que una cebolla van generando capas que cubren nuestra esencia y que nos impiden ser lo que somos.
Algunos podrán hacer este camino solos , otros, como yo, hemos necesitado ayuda. Pero, sin duda alguna, lo más trascendental es que la aventura de sacarnos todo aquello que nos quita la paz es algo que le da sentido a este hermoso proceso de vivir.